Poéticas de la intemperie
72 Poéticas de la intemperie A veces, muy pocas, se puede ver una señora muy vieja y pequeña de rostro amable. En el barrio dicen que el hijo está loco y vive casi encerrado al cuidado de su madre, el auto estacionado medianamente limpio y reluciente al parecer es de un hermano que los visita de tanto en tanto. No es necesario saber mucho más para comprender que estamos frente al lugar de una catástrofe. La casa es una ruina inexpugnable liberada a la imaginación de mis tristes fantasías. Un sitio en caída libre de lo que la mayoría puede concebir como una casa. Imagino pronto morirá la madre, imposible imaginarse el destino del hijo que mora en su interior, la casa se venderá, en su lugar quizás un pedazo de edificio o condominio de alguna inmobiliaria que lucha por la hegemonía en el barrio a un precio inimaginable producto de la ya naturalizada colusión inmobiliaria. Quizás alguien la comprará para exhibir la arrogancia emergente de vivir en una casa perfecta, impecablemente pintada, con coquetas cortinas en la cocina y flores con un coloreado duende de yeso junto a la puerta. Pasé por ahí muchas veces evitando mirar para no violentar o ser impertinente con la intimidad de la que me parecía una ruina dolorosa, una intersección de la pena... Probablemente volveré a pasar por ahí muchas veces cuando eso deje de aparecer. La calle será un todo coherente y armónico, pronto la casa y quienes moraban en ella no serán más que un oscuro y difuso recuerdo entre los vecinos. En el barrio Yungay hay una casona de tres pisos que forma parte de la ahora llamada zona típica que se quiere proteger como uno de los últimos territorios patrimoniales de Santiago. Probablemente sus habitantes se han renovado de forma periódica a lo largo de su larga historia, han envejecido mirando desde sus ventanas pasar los días. Sus habitaciones deben guardan aún rastros de los mundos pequeños que se cobijaron en su interior. Su arquitectura es elocuente, de su interior sabemos nada al mismo tiempo que todo eso que suponemos al ficcionar la vida tras todas las fachadas. Crucé caminando frente a esa casa innumerables veces en dirección a mi trabajo y probablemente muy de vez en cuando, esbozando algún pensamiento cliché en torno a su arquitectura, lo agradable que era caminar por ahí, a las flores que invariablemente se asomaban de uno de sus balcones. Javier
Made with FlippingBook
RkJQdWJsaXNoZXIy Mzc3MTg=