Poéticas de la intemperie

50 Poéticas de la intemperie Luego de esto me desafecto un poco de Freud, porque no siempre se trata de traer nuevamente a la luz , objetivar al menos en la palabra lo que yace y se agita en cada palmo y cosa de cualquier ciudad como si se tratase de un símil de nuestro aparato anímico; hacerlo, recuperarlo, cubrirlo con un relato patrimonial es silenciar aquello que se manifiesta en puro presente, siendo para siempre lo que ha sido, invariablemente llegando como lo que ya se ha marchado, quizás entonces si sólo se trate de darse a experimentar, tocar o simplemente señalar lo que es pura huella en ruina y orfandad. Aquí no me refiero necesariamente a las historias de la Historia que necesitan ser develadas, pues a veces el horror develado es imposible de relatar, hablo también del momento más “banal” oculto en la faz de cualquier vida, cómo si algo así de tajante fuese posible decir de una vida. Esto es algo así como la fantasmagoría o cuerpo psíquico de las calles, (recuerdo aquí inespecíficamente la mención que al respecto hace Roberto Aceituno en más de alguna reunión de Lapsos ). La huella, ese rastro a veces imperceptible contiene e insinúa y proyecta la presencia inmanente de una pequeña historia desvanecida, aunque de pronto no nos muestre ni diga nada más que su puro acontecer material y mudo. Entonces, marcas, trazos, inscripciones huérfanas como ruinas, sin nombre que los signe, sin testigos que la hagan perdurar, pues los testigos también desaparecen y las fotografías y las cartas y las cosas van a la basura, o pasan de mano en mano sumándose en su constante traspapelar, inscripción tras inscripción en el cuerpo de la ciudad. Se trata entonces de atender a esto, pues: La contemplación de las ruinas nos permite entrever fugazmente la existencia de un tiempo que no es el tiempo del que hablan los manuales de historia o del que tratan de resucitar las restauraciones. Es un tiempo puro, al que no puede asignarse fecha, que no está presente en nuestro mundo de imágenes, simulacros y reconstituciones, que no se ubica en nuestro mundo violento, un mundo cuyos cascotes, faltos de tiempo, no logran ya convertirse en ruinas . 23 Cito ahora dos trabajos de Sebastián Robles realizados en el marco del proyecto: En principio la cosa puede parecer simple: dos amigos Sebastián Robles y 23. Marc Auge, “El Tiempo en Ruinas” Editorial Gedisa, Barcelona, 2008.

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