Poéticas de la intemperie

180 Poéticas de la intemperie Pero vuelvo a lo que relataba. Finalmente sentados ahí en la calle a escuchar al fin del recorrido… ¿Qué escuchamos dejando la grabadora absolutamente inmóvil con el micrófono muy cerca apuntando hacia la muralla que conjeturo tiene otra clase de densidad probablemente imposible de medir?: Nada, o aparentemente nada y que no sé si llamarle silencio, pues si insistimos que silencio sería la pérdida de atención aquí se trataba de todo lo contrario: atención absoluta, entonces bien podría tratarse de una nada o silencio de otra clase, molde vacío y manifestación radical que el silencio si es posible de experimentar. El mundo siempre resuena y habla, las cosas no. Me refiero al sonido de lo que se quiebra cotidianamente, mudo y sin palabras. Nunca he podido dejar de pensar en lo que la ciudad no nos permite escuchar. En lo que trato de relatar ahora y ocurre persistentemente cerca de la muralla secretando lejanía, dolor o caída constante, lo que se golpea contra el suelo e imaginamos escuchar. Hay que aguzar un poco el oído, aunque insisto aparentemente nunca escucharemos NADA. Sólo el silencio punzante de Dios. Sonido y Huella A veces hay que mediar lo visto. Transformarlo en cosa para ver, para escuchar, algo como una grabación para percibir. Y una cosa siempre es huella de algo otro. Aún en un dispositivo digital que si bien podría ser una ficción neo tecnológica, algo se amplifica y pasa a ser parte con las cosas, con nosotros. El sonido no deja huella física, Hegel afirma que la música no es una cosa como una escultura es de mármol. Lo que suena ha dejado de sonar. Dejó de ser presencia. Sin embargo…el sonido es cosa, extinguiéndose por grados, intangible como la memoria en tanto inscripción y borramiento sucesivo de huellas. 53 Es la presencia de su inmaterialidad. Hay que Poner en silencio todo el ser -no escuchemos más que nuestro aliento- volvámonos aéreos como él, no hagamos más ruido que el de un hálito, un 53. Ibíd.

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