Poéticas de la intemperie

134 Poéticas de la intemperie estacionamiento. Además, siendo niño se habían impreso con mucha mayor fuerza en mi memoria las imágenes de las para mí inquietantes palmeras que recorren casi toda la extensión de Avenida la Paz; al recurrir a viejos apuntes de un cuaderno lleno de intentos fragmentarios que escribí el año 82, se lee (…) las palmeras chillan en la noche (…) nadie quiere vivir junto a la morgue (…) y sin embargo el psiquiátrico se levanta junto al cementerio (…) Llegando frente al edificio no me pareció nada en particular, lo de siempre, una construcción de pabellones simples, excepto por los barrotes que se dejan asomar por sobre enormes muros, un ingreso que podría ser la entrada de cualquier hospital o fábrica de los años sesenta o setenta. Sin embargo, un poco más al norte hay vestigios de otro tiempo, ahí reencuentro ese pedazo de muro recordado de no sé qué trasnochado recuerdo. Decidí en ese momento buscar, si es que existía, un lado trasero, algo así como lo que limita por fuera el patio de atrás, el fondo donde amontonamos los desechos de la casa o simplemente lo que no queremos que se deje entrever desde la fachada. Luego de doblar por Santos Dumont intentando orillar el hospital me fui encontrando con muros y ventanas a medio bloquear y abandonadas. Imaginaba en ese momento, o suponía, que serían parte de lo que alguna vez albergó ese u otro hospital. No podía dar fe de ello y tampoco me pareció importante en este momento, luego al encontrarme en el cruce con Raimundo Charlín y adentrarme por ésta, la calle se silenció: los muros de ladrillo se elevaban varios metros (nadie caminó por ese lugar mientras lo recorría) desde arriba se asomaban algunos árboles, uno en particular, como mástil de la barca de los locos de El Bosco. Figura ésta del árbol del conocimiento que porta verdades que no tienen lugar en el mundo, completamente retorcido se curvaba hacia afuera gesticulando alguna clase de léxico desprendido de su eje, atrapado entre el muro y una construcción interior que parecía una especie de capilla sellada. Había ladrillos que implacablemente clausuran puertas y ventanas que no puedo saber si alguna vez fueron puertas y ventanas. Había secciones de otros ladrillos horadados de tono rojizo (dos meses más tarde descubro que son muy parecidos al muro trasero de la Clínica Psiquiátrica de la Universidad de Chile unas cuadras más al norte por calle Montserrat). Delgados brochazos

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