Poéticas de la intemperie

128 Poéticas de la intemperie de usos misteriosos para muchos de nosotros, la vieja fachada a medio cubrir de la antigua maternidad, atrás y más lejos , como iglesia sin calle deja asomar la figura de una torre que es su capilla, la parte trasera o lateral de un edificio de dos pisos con ventanas con ventiladores de aspas y llenas de una especie de polvo adherido como la mugre grasienta en una cocina que yo sabía desde niño que se trataba de la morgue, tan solo porque mi madre me dijo o simplemente porque así lo imaginé, y yo morbosamente quería oler la muerte, ese hálito irrepresentable. Bárbara recorre cotidianamente esa especie de sendero de fachadas y muros que esconden y contienen enfermedad. Comienza a instalar pequeños dispositivos de luces led que al principio señalan diminutos intersticios en el recorrido, pero aquí ¿qué señalan? ¿Nos quiere hacer presente algo en el interior?....ese quizás es el origen de su gesto, vincularse a su modo con la conciencia cotidiana de ese extrañamiento que es la enfermedad. Sin embargo el asunto de pronto se vuelve “aparentemente” más simple, ella misma nos dice algo así como que esos muros son como dibujos que necesitan luz… hay que iluminarlos . Iluminarlos como en la vieja técnica del grabado medieval (ahora devenido en concepto) que requería de artesanos que coloreaban fondos y superficies de las estampas que ya contenían la contundencia simbólica de la imagen construida por densas y sobresalientes líneas negras que aún hoy sólo puede lograr la pulsión corporal de la xilografía horadando con esfuerzo profundos

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