Escuelas de Arte, Campo Universitario y Formación Artística

114 del tema. La idea implícita es que es posible llegar a “dominar” un tema, es decir, a saber todo lo que hay que saber sobre él. En la medida en que los académicos van ascendiendo en su carrera, se van enfocando cada vez más en el tema que han elegido dentro de la disciplina que les corresponde, con la esperanza de llegar a contribuir significativamente a su desarrollo y avance. Esta categorización académica del conocimiento, que es muy útil y necesaria para el avance de las ciencias y de las humanidades, es sin embargo bastante ajena al pensamiento artístico. Los artistas, más bien, abordan el conocimiento como un campo de potencialidades dispersas, un mundo de información, procesos y materiales disponibles, a través del cual pueden moverse libremente, interactuar y seleccionar lo que necesitan para producir algo nuevo. Como afirmó Adorno: “La no-funcionalidad de las obras de arte tiene algo en común con la figura del vagabundo, con la aversión que este tiene a la propiedad inmueble y a la civilización sedentaria” 2 . El artista es, idealmente, un ser nómade: liviano, ágil, móvil, muy lejos de la noción de especialista o de la limitación a actividades definidas por ciertas áreas de especialidad. El artista y profesor alemán Joseph Beuys, en la declaración fundante de su Universidad Libre Internacional en 1982, señaló: “El punto de vista aislado del especialista ubica al arte y a otras actividades en aguda oposición, cuando es crucial que los problemas estructurales, formales y temáticos de los distintos procesos de trabajo sean constantemente comparados unos con otros”. Más adelante agregó: “La división de las disciplinas para el entrenamiento de expertos … refuerza la idea de que solo los especialistas pueden contribuir a las estructuras básicas de la sociedad: la economía, la política, el derecho, etcétera”. El artista, precisamente porque no es un especialista, puede transformarse en un agente sintetizador que cruza y combina campos de especialización mutuamente ignorantes, y quizás este sea el rol principal que puede cumplir, tanto al interior de la universidad como en la sociedad en general. Por otra parte, la educación del artista –y su dinámica de trabajo– se basa en una actitud no instrumental hacia el tiempo, lo que introduce una tensión entre el imperativo académico de tener que ser productivo y el deseo de evitar esas presiones para propiciar situaciones conducentes al aprendizaje, en las que exista tiempo para la reflexión, la contemplación, la experimentación, para investigaciones que no necesariamente exigen y producen resultados. 2 Theodor Adorno. Teoría estética . Madrid: Taurus, 1971. Paradojas de la educación artística en la universidad

RkJQdWJsaXNoZXIy Mzc3MTg=