Escuelas de Arte, Campo Universitario y Formación Artística

111 tarea prioritaria de las escuelas –sobre todo a nivel de pregrado– ocuparse de entregar herramientas que posibiliten la construcción de aquella obra personal, única, genuina, sensible, consistente? ¿No debería ser un rol de las escuelas de arte formar artistas-ciudadanos que asuman un rol activo dentro del contexto artístico, cultural y social, en lugar de estar absortos en la autopromoción y el ingreso al mercado o a los circuitos internacionales? Esto no significa propiciar un retorno a una noción romántica y obsoleta del artista-artesano o el artista-genio, sino hacer una necesaria diferencia entre lo esencial y lo accesorio, ofrecer por lo menos alguna resistencia crítica a las modas imperantes y hacer una necesaria reflexión sobre cuál debe ser el rol del arte y los artistas en la sociedad de hoy. Una de las paradojas de las escuelas de arte es que supuestamente enseñan algo que –como muchos artistas docentes reconocen, entre los cuales me cuento– no se puede enseñar. No se puede enseñar a ser artista (lo que no significa tampoco que el artista “nace”), pero sí se puede generar un espacio –físico, mental, emocional– donde el arte puede ocurrir. Ese espacio sería fundamentalmente un lugar de encuentro, donde se sumen las energías de profesores-artistas y estudiantes, en el cual se puedan entregar modelos, herramientas y experiencias que fomenten, estimulen y promuevan el desarrollo de la creación artística y de la creatividad más allá de esta. * En la mayoría de las escuelas de arte un porcentaje muy menor de los alumnos que se gradúan se dedica, finalmente, a la práctica del arte como actividad principal. Esto, sin embargo, en ningún caso debiera ser considerado un fracaso, en parte porque ser artista exige mucho más que haber pasado por una escuela de arte o, al contrario, muchas veces no exige ni siquiera eso. Y, por otra parte, muchos alumnos que han sido estudiantes destacados en su paso por la universidad, al concluir su período formativo no optan por ser artistas, o bien, lo intentan y no llegan muy lejos. En cualquier caso, la formación recibida debiera transformarlos en personas sensibles, creativas, reflexivas y propositivas, sea cual sea la ocupación que Magdalena Atria

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