Escuelas de Arte, Campo Universitario y Formación Artística

110 prevalece no solamente en el mundo social, económico y político, sino también en aquel que supuestamente debiera resistirlo, el mundo del arte. No es lo mismo formar un artista que un “productor cultural”, roles que tienden muchas veces a confundirse, en parte por el hecho de que existen muchos artistas tremendamente exitosos que son, finalmente, productores culturales; “profesionales” que poseen una alta capacidad de gestión para levantar recursos, pero también de esconder detrás de la parafernalia mediática el hecho de que no tienen realmente mucho que decir como artistas; escudándose en los “temas de moda” y en los discursos consensuados para proponer aquello que calza perfectamente con lo que se espera que haga y sea un artista contemporáneo. Pero el artista que piensa más allá de esa “área de seguridad”, el que realmente propone una visión personal y utiliza esa capacidad un tanto pasada de moda, la imaginación, es el que a mí verdaderamente me interesa mirar, el que me interesa ser y el que me interesa formar. La pregunta es entonces ¿cómo se forma a ese artista? Muchas veces la preocupación principal de las escuelas de arte no va dirigida a plantearse esta cuestión, sino a amoldarse a ciertas dinámicas –a mi juicio perversas– imperantes en el mundo del arte, que tienen que ver principalmente con el desarrollo de “carreras”, y con la inserción en un medio nacional e internacional aparentemente muy abierto pero que, a la larga, termina por transformarse en una camisa de fuerza. En el mundo del arte, no solo local sino también a nivel global, así como de manera creciente al interior de las escuelas de arte universitarias, los planes estratégicos orientados a la promoción y la circulación de las obras artísticas han dejado con frecuencia de ser un medio para pasar a transformarse en un fin. La pregunta que –increíblemente– muchas veces nadie se hace es ¿qué es lo que se promueve? ¿Qué es lo que circula? A menudo lo que importa más es el solo hecho de circular, sin reparar en qué es lo que circula. Se olvida, sin embargo, que antes de la promoción y circulación, es necesario construir una obra que sea el objeto de dichas acciones, una propuesta autoral que se comprometa con una visión particular y personal del sujeto que la construye. Más allá del éxito que puedan tener en el corto plazo estos posicionamientos estratégicos y los buenos resultados que las escuelas puedan exhibir en cuanto a la inserción de sus egresados, surge la pregunta: ¿es eso lo que se debe enseñar? ¿Es tarea de las escuelas de arte enseñar esas habilidades? ¿No debería ser la Paradojas de la educación artística en la universidad

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