Escuelas de Arte, Campo Universitario y Formación Artística

83 no funciona bajo un sistema de representación, menos de delegación. Funciona de manera embrollada. Se reconstruyen los mismos pasados y se anticipan los mismos futuros, parafraseando al teórico norteamericano Hal Foster. Ya se dijo: muchos académicos mediocres suelen repetir las desprolijidades adquiridas como alumnos. Y muchos alumnos contribuyen de forma implícita a mantener esta situación de acomodo. (“Nosotros no le exigimos a usted y usted tampoco a nosotros”) ¿Y las competencias necesarias para la construcción de un artista? Esto obviamente no le importa a un profesor sin obra, sin presencia en el campo artístico; tampoco a un tipo de alumno sin vocación y carente de toda proyección en el ámbito profesional del arte. X Entonces, ¿cuál sería el resultado de todo esto? Enumeremos sus rasgos: la autocomplacencia, el boicot, la resta, la envidia, el resentimiento, el rezongo y la impostura. Rasgos que sin duda definen parte importante del circuito artístico local. Pero en ciertos contextos estos atributos suelen intensificarse. Una hipótesis provisoria podría concluir lo siguiente: su intensificación se agudiza en aquellos contextos culturales donde la enseñanza universitaria resulta determinante en la conformación de la escena artística. Es el caso de Chile. Insigne proveedora de artistas académicos o de académicos artistas, la escena artística local resulta un caso particular a nivel global. Todos los artistas chilenos suelen exhibir un tipo particular de acreditación académica (yo fui alumno de tal o cual artista o teórico consagrado, fui también alumno de algún posgrado de la plaza). Pero lo que debiera constituir un plus (artistas inteligentes, con sólida formación universitaria) termina por convertirse en una situación anómala, perversa, a veces gangsteril. ¿En qué sentido? Nada nuevo: académicos resentidos que transmiten su resentimiento a los alumnos, estudiantes que participan ardientemente en la pelea de los “pesos pesados”, fondos concursables comandados por académicos interesados en términos institucionales, en suma, la proliferación de pandillas, grupúsculos, escuderos, y otras formas de disputas en el campo o en la “arena chica”. Triunfo, por tanto, de “la pequeña historia”. XI Este triunfo de la “pequeña historia” en las artes y las humanidades en general, es posible que sea producto o efecto de la reforma estudiantil de la segunda mitad Guillermo Machuca

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