Escuelas de Arte, Campo Universitario y Formación Artística

67 objeto central de la formación en Arte –y es, de hecho, el motivo de la presente teorización– no encuentra en sus agentes y usuarios las mínimas condiciones para su desarrollo. Jóvenes huérfanos del capital cultural para justificar su opción por el arte, que habrían cumplido sus brumosas expectativas ingresando a un taller graffittero y cuya experiencia social tuvo lugar en un concierto de rock multimedia (comunicado en simultáneo a través del twitteo) o como miembros de una garra brava, y para quienes la realidad tiene el espesor de un reality , se ven sometidos de pronto a protocolos académicos que, aunque sea a título de fachada, una carrera universitaria debe reproducir, y que a un usuario del dispositivo audiovisual vigente, le son del todo extraños. Los dispositivos moderno-ilustrados de la biblioteca, el museo, son espacios desconocidos o fetiches remotos de un dudoso turismo cultural, y el desarrollo de documentos en los que prospere un proceso de investigación, exigencia convencional básica para aspirar a un grado académico, una expectativa extraña que, por otra parte, dado el reseñado estado de oferta y una muy indefinible demanda, resulta insignificante. Las carreras de arte (limitado mercado laboral de los artistas e intelectuales que egresaron de las mismas) prometen a sus usuarios investirlos con un saber sobre el arte y les hacen creer que el arte es una práctica productiva, inadvirtiendo que el arte –la ceremonia del arte que, modernamente, fue prestigioso detonante de experiencia (elaboración reflexiva de lo padecido)– es hoy eso que ocurre dentro de las carreras de arte. El llamado arte relacional (Bourriaud) parece reproducir la ilusión de que eso, la ceremonia estética, importa fuera del espacio intracadémico en el que tiene lugar, cuando este ha caído en desuso y no puede competir con la oferta deportiva o mediática del menú cultural del que forma parte, como otro (muy devaluado) ítem. 4.2. El Arte es el dispositivo moderno que da lugar a la elaboración intelectual constante en torno a objetos sin función social y, entre nosotros, poshistóricamente tiene lugar en las escuelas universitarias de arte, que prolongan la tradición modernista de la que proceden. Estas no producen a un profesional (que supondría la demanda de un mercado laboral) sino que reproducen por lo que dura la carrera las condiciones que permiten que el arte acontezca aún. Esto significa, en el peor de los casos, reproducir precríticamente la creencia en el arte. En el mejor de los casos: promover la adquisición de los recursos simbólicos suficientes para analizar los dispositivos vigentes y hacer algo con eso. “Ser absolutamente moderno”, cuando ya la modernidad es archivo remoto e ignorado. La mediología enseña Carlos Pérez Villalobos

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