Escuelas de Arte, Campo Universitario y Formación Artística
65 libresco. Y son los contenidos propios de esos dispositivos los que están en juego en sus prácticas y en sus luchas por el reconocimiento. No es extraño pues que la Escena de Avanzada persista hasta hoy como referencia decisiva: las prácticas y los protagonistas concertados bajo esa denominación resultan ser la última manifestación propiamente moderna de la práctica artística local. 3.2.1 La dictadura produce la transición del Estado al mercado. Y es la ambivalente resistencia a ese tránsito lo que define la producción de la Avanzada: ¿cómo permanecer fuera del potente dispositivo que se impone? El rendimiento de esta consiste en haber instalado el soporte bibliográfico para las escuelas de arte que empiezan a proliferar en el recién abierto mercado privado universitario (Ley General de Universidades, 1981). La formación en arte consiste, en el mejor de los casos, en la reflexión sobre procedimientos, operaciones, soportes, bajo el imperio de la comunicación, que ha sustituido para siempre la figura de la trasmisión de contenidos (propia del Estado moderno educador ilustrado). La publicidad (el Estado seductor) es el dominio donde todo ocurre: es la audiovisualidad y no la página impresa el aparato que hace aparecer y hace creer. La campaña del No, que detonó el triunfo en el plebiscito del 88, comprueba que se trataba de seducir y ya no de informar sobre la verdad. El contenido argumental, interiorizado durante la modernidad, acaba por disolverse en el aire, y así queda, suplantado por el recambio infinito de la forma-mercancía en el emporio espectacular del capitalismo mundial, convertido en pura superficie. 4. El Arte, que modernamente entendido fue parte de la “ciudad letrada” y del Teatro de la Historia, sobre cuya liquidación se impuso el mercado global actual y la plataforma electrónico-satelital que sostiene hoy la vida de usuarios y consumidores (ya no de productores y receptores reflexivos, indiscernibles del dispositivo lecto-escritural), exige ser examinado, modernamente, por quienes tienen intereses comprometidos en su permanencia y fomento, desde el “estado de arte” no-moderno (Thayer). La proliferación de carreras universitarias de arte, que marca el campo del arte en Chile desde los noventa, resulta del mercado universitario vigente. Y este es indiscernible de la plataforma tecno-electrónico- satelital del capitalismo expandido: la visualidad como dispositivo –es decir como sostén articulador de la vida actual, y que reduce la vida a una actualidad deshistorizada– hace anacrónica cualquier formación que reproduzca los saberes u oficios en torno a la “imagen” y sus dispositivos mecánico-artesanales de producción, reproducción y recepción. Carlos Pérez Villalobos
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