Escuelas de Arte, Campo Universitario y Formación Artística

62 y política, devienen campos autónomos de saber universitario, convertido este mismo en mercado de especializaciones, y así pasan a ser una institución cultural anacrónica que reproduce inercialmente una ideologíamuerta (revivida, actualmente, en términos de reliquia fascinante por la industria del entretenimiento). “… la palabra teoría abarca tácitamente todo, desde el radicalismo hasta la especulación filosófica, desde Marx hasta el posestructuralismo, desde la crítica literaria hasta la Teoría Crítica , desde la sociología hasta las filosofía de la historia: en suma, todo lo que hoy impide que el trabajo universitario de las humanidades se deteriore en un operativo de arenero dedicado a valores y formalismos eternos inofensivos y decorativos…” (Jameson, 1999). Dado tal estado de cosas, el experto en arte, por ejemplo, no se distingue de modo significativo del experto en el campo de la moda o del periodista especializado en deportes. La retórica experta es análoga; lo que cambia es el contenido y su mercado de recepción. Competir en tales términos, para el especialista en cultura, es desplegar su gestión explotando competencias del management . 3. Durante los sesenta y setenta del siglo pasado, la modernidad y su idea de Historia (de la Historia como Idea) alcanza, también en Chile, su apogeo y colapso, esto es: la crisis final del estado constante de crisis que definía su ideal (el cual adoptaba su manifestación más expresiva en el arte como “forma de vida”, como radicalización de la experiencia). Cualesquiera fueran los medios, el guión humanista que animaba todo proceso (técnico, político, ideológico) consistía en producir la transformación social y (según proclama una tela de Matta) la “guerrilla interior para parir al hombre nuevo”. La verdad tenía un contenido utopista y tanto la política como el arte (cuya misión consistía en dar expresión simbólica a ese contenido) compartían el propósito de confiar en la forma, en el proyecto, una potencia transformadora. En 1971, pongamos por caso, el recién elegido gobierno popular prometía realizar el socialismo en Chile y Operación Verdad fue el nombre de la campaña organizada (por Balmes) para resistir el boicot orquestado por las fuerzas reaccionarias (según expresión de la época) para abortar el proceso verdadero. Dicho alegóricamente: la Verdad (el proceso de transformación en nombre de la justicia social) libraba una batalla contra la Mentira (el infundio, la falta de contenido verdadero, del capitalismo). Era La batalla de Chile : así Patricio Guzmán tituló su célebre documental, principal vestigio audiovisual del acontecimiento que convulsionaba a la sociedad chilena, y podemos comprender que su autor se creyera el Homero de esa gesta y de su trágico desenlace. Chilean Art Now. Informe

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