Escuelas de Arte, Campo Universitario y Formación Artística
61 alcanzaba su manifestación concentrada en la obra de arte modernista, y en la “vida de artista”, tiende a desaparecer en la nueva administración del tiempo que lo reduce a la actualidad del mercado (en el que el valor “experiencia: tiempo de elaboración del tiempo” es sustituido por el valor del “ahora ya” del instante comunicativo). Las leyes del mercado –relaciones de oferta y demanda– regulan la vigencia u obsolescencia de los cuerpos y los objetos. La vitrina (la pantalla como vitrina) viene a reemplazar el teatro y sus categorías modernas de presencia y representación. La llamada poshistoria –la determinada organización del tiempo de la vida de las sociedades del capitalismo tardío, el mercado global, el mundo tecno-tele-mediático– alude a la vida despojada de experiencia histórica, vaciada de contenidos compartidos colectivamente, y la figura moderna de la Historia – work in progress supraindividual, que reemplazó el “había una vez” de la narración tradicional– es dato de archivo y ya no experiencia viva del acontecimiento social. Así dadas las cosas, el dominio delimitado del arte pierde valor y la pregunta por el arte deviene la pregunta por la ideología estética, es decir, por la creencia desde la cual se discrimina lo que tiene valor de arte de lo que no lo tiene, en un mundo en el que el único sostén de esa distinción es el mercado y en que el arte es una función (creadora de valor agregado) de la producción de mercancías. La desconfianza que genera el dispositivo moderno del arte (el aparato universitario estatal de las humanidades y sus espacios y sus ceremonias) comprueba el predominio creciente del nuevo dispositivo (el mercado comunicacional) y el reemplazo del imaginario moderno (cuyo principal sostén es el libro) por otro: el de la pantalla vitrina y la videósfera. 2.1. En el estado de comunicación vigente (cuya realización política es la figura del “Estado seductor”, Debray), las hablas que conforman el “mundo de la vida” (Husserl) son, actualmente, las del periodismo, las de la publicidad y las del espectáculo (cuyos lindes han llegado a ser indiscernibles). Es el lenguaje de los media (sumiso a las reglas de la producción y consumo de mercancías) el que impera hegemónicamente en la simbolización de la vida cotidiana y su reducción del sujeto en usuario consumidor. La formación en humanidades –filosofía, historia, artes y letras– realizaba y conducía la aspiración de reflexividad de la sociedad moderno- ilustrada y su experiencia histórica. Pero en las sociedades globalizadas (sociedad del espectáculo –Debord– que es como acabamos nombrando las democracias contemporáneas), ese concepto moderno-ilustrado que reunía verdad, crítica Carlos Pérez Villalobos
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