Escuelas de Arte, Campo Universitario y Formación Artística
53 Desde la creación de la Escuela de la Universidad Católica hasta fines de la década de 1970, muy pocas escuelas universitarias de arte se abrieron en el país. Esto cambió a partir de 1981, cuando una reforma educacional propiciada por la Dictadura Militar –impuesta tras el golpe de 1973– liberalizó la creación de universidades y carreras sin establecer una supervisión racional de los programas académicos ofrecidos, en el contexto de una verdadera revolución neoliberal. Esto amplió de modo exponencial el acceso a la educación superior, pero a la vez convirtió la fundación y mantención de instituciones pedagógicas, así como las deudas y créditos de los estudiantes, en verdaderos campos de especulación financiera (aunque, en el papel, estas instituciones no debían tener fines de lucro). La continuidad del modelo educativo en los gobiernos democráticos posteriores ha posibilitado la existencia de más de una quincena de escuelas universitarias de arte, aunque este aumento explosivo no se ha acompañado de políticas tendientes a repensar y reformular el significado de la enseñanza de arte –en todos sus niveles– en la sociedad contemporánea. Por motivos externos al campo artístico, la discusión acerca de esta situación se ha tornado en extremo contingente en los últimos años. Tras la llamada “revolución pingüina” del año 2006, y luego de las masivas huelgas de universitarios y estudiantes secundarios del 2011, el modelo educativo del país aparece como uno de los temas más relevantes de la agenda pública, a pesar de que aún hoy (mayo de 2012) no se vislumbran cambios sustantivos en el horizonte. El Estado ha centrado su acción sobre el campo de las artes en la repartición de fondos concursables destinados a la creación, producción, difusión y becas, a través de concursos públicos (herederos de los antiguos certámenes, de los premios en los salones y de los pensionados y becarios de la Academia), y ha descuidado el sostén económico de instituciones como universidades y museos. A su vez, estos “fondos de cultura” han emergido como una nueva burocracia y ahora son administrados por un Consejo Nacional de la Cultura y las Artes dirigido por un ministro de Cultura (existe el proyecto de crear un Ministerio de la Cultura y el Patrimonio con mayores atribuciones). La enseñanza universitaria de artes visuales ya cumplió un siglo y medio en el país, y más de dos siglos la enseñanza artística en general, sea a nivel escolar o en “artes útiles”. Pese a lo extendida que se encuentra, no existe ningún paradigma socialmente relevante en que esté fundada esta práctica pedagógica. Es cierto que esto respondería al “pluralismo” que hoy caracteriza a las artes visuales Claudio Guerrero - Kaliuska Santibáñez
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