Escuelas de Arte, Campo Universitario y Formación Artística
183 los espacios de la academia tradicional, enredándose en la formación de artistas aislados, a veces malcriados en el solipsismo grandilocuente de sus torres de marfil. Por consiguiente, no es esa una conducta que deseemos re-instituir pero si creemos en la comprensión de ellas como interfases humanas igualmente productoras de algún tipo de realidad. Por estas razones básicas, suponemos que el cruce desde la vereda del artista plástico “tradicional” a la del licenciado en arte “contemporáneo”, significa menos un corte definitivo y más una “bisagra” que, agujerada y todo, sirva como espacio de articulación y conexión epistémica. Así expuesto, se puede sostener que la transferencia renovadora hacia otras densidades y sistemas de producción artística, supone armonías mínimas que, en el caso de un licenciado, significa estrategias que compatibilicen la circulación por la estructura externa (redes sociales, económicas, políticas) con facultades y necesidades subjetivas (dolor, placer, enfermedad, soledad, angustia, plenitud, creencias). Creemos que es entre una y la otra donde acontece la realidad. Todo eso sin mencionar nuestra condición latinoamericana, en que los cortes definitivos y los límites culturales son muy poco precisos. Este último punto adquiere más relevancia cuando se habla de tardomodernidad en América Latina, porque como se sabe la velocidad y el grado de “avance” hacia ese estado, varía notoriamente según la zona en que se aplique dicho concepto, y lo propio ocurre en nuestro país. 3 Ahora bien, acerca de si tal diversidad de las políticas de mirada son explicitados en la formación de nuestro licenciado, podemos responder de manera afirmativa, pero no solo porque se explicita en los planes y programas, sino porque ya se están aplicando en el proceso de enseñanza. Es allí y desde muy temprano, en donde el estudiante se percata que su expectativa de ser “artista” en tanto resabio burgués, arriesga no ser coincidente con las exigencias de un licenciado en arte, descalce que si bien puede producir desencanto inicial, así también entusiasma. En los casos que ocurre tal desencantamiento, este se produce, en primer lugar, por la persistencia e influencia de un romanticismo inorgánico, sin respaldo real, que aún persiste en Chile respecto de lo artístico, persistencia que parece endémica en la medida que la actividad artística es la de ese otro Chile, el alejado de Santiago. Edgardo Neira
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