Escuelas de Arte, Campo Universitario y Formación Artística

177 pero los beneficios a la imagen institucional son mayores que el mismo riesgo de prescindir de ella. De aquí que el principio de “bazar”, “antología” o “popurrí” de objetos creados por los alumnos en muestras colectivas es preferible, antes de mirar a alumnos y exalumnos como agentes de cambio para movilizar el sentido de la creación artística en un lugar complejo como la región de La Araucanía. Pero no todo pareciera ser negativo. A pesar de esta tendencia al pastiche en un escenario como el mencionado, donde los actores se conocen y circulan por espacios similares y muchas veces estrechos, lentamente se avanza hacia una versión de distinción profesionalizante del ejercicio artístico. Tal como ya vimos, esto tiene múltiples motivos. Si miramos por una parte el fenómeno desde una perspectiva global, resulta inevitable constatar que nos encontramos ante el declive de la definición clásica de arte y, por consecuencia, la de artista creador, producto de su apertura dialogante con otras disciplinas sociales y humanistas. Si observamos el fenómeno de forma regional, estos cambios están impactando en sus actores. No cabe duda que en la actualidad, y quizá indirectamente presionados por los nuevos movimientos sociales, artistas, gestores y licenciados están preguntándose sobre el valor de las audiencias, sobre el sentido de su propia condición y producción, arriesgándose a cuestionar el espacio que su obra ocupa, al filo de caer víctima del halago fácil o la siempre acechante condición de hereje. Abelardo León Donoso

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