Escuelas de Arte, Campo Universitario y Formación Artística

173 se matricula en la carrera de arte, en una zona alejada de los focos de efervescencia y especulación cultural. Esta condición como refugio o condena, es el resultado de un proyecto personal que contribuye a reiterar el statu quo al que me referiré más adelante. Distinguir si los protagonistas mencionados anteriormente optan y se someten a la categoría de “licenciado en arte” o “artista” no debe perder de vista que toda conceptualización siempre dependerá de los bordes y categorías que establezca cada uno, entre los que se pueden dar aspectos culturales, sociales e incluso políticos. En mi experiencia de cinco años enseñando en Temuco pude observar que estas consideraciones resultaban un campo polisémico. Su importancia solo se cristaliza dependiendo de las oportunidades que los circuitos locales de la región de La Araucanía puedan ofrecer, yendo desde la tradición local hasta la acción más profesionalizante. A pesar de lo último, creo que las recientes generaciones de estudiantes y egresados están experimentando de manera progresiva mayor conciencia sobre los beneficios asociados a la obtención de un grado académico, dado que las convocatorias a concursos de carácter público, el intercambio de experiencias con otras instituciones, la proliferación de iniciativas privadas así como la necesidad de incorporarse a una red de producción cultural, hacen cada vez más necesario contar con una certificación, en una población en donde, hasta la década de los ochenta, el arte definía y limitaba su acción mayoritariamente dentro de la región. En las distintas conversaciones sostenidas con alumnos y licenciados en arte de la región, pude observar que la mayoría percibe en la educación artística formal un medio para legitimarse como profesionales. Mientras que el artista es acrisolado por la práctica, la creatividad, la suerte y, a veces, la madurez, la licenciatura es el pasaporte hacia aquellos pocos espacios profesionistas de colaboración y difusión de la creación plástica. Salvo en casos muy reducidos, como los de alumnos que tienen una trayectoria en la producción artística amateur , así como un soporte conceptual muchas veces obtenido en su paso por otras carreras, es posible observar una posición discursiva inestable, en donde el estudiante de pregrado muestra dificultades para visualizar lo que quiere llegar a ser: si artista, creador visual o licenciado. En cualquiera de los casos, la imagen del individuo dedicado a la práctica artística resulta un poco ambigua ante la comunidad local y regional. Observando este Abelardo León Donoso

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