Escuelas de Arte, Campo Universitario y Formación Artística

170 lo permanente, lo coherente, lo que queda más allá de lo inefable. Desde Jonia a Johannesburgo perdura la risa del “Oscuro de Éfeso”, mientras rechinan los dientes de las aparentes grandes verdades. Aquel mes de octubre, cuando la galería de la Escuela de Arte de la Universidad Católica de Temuco debió permanecer cerrada, se cuenta que Eduardo Garreaud reflexionó estando en Santiago: “Pensé que esas cosas ya no sucedían.” Para reparar, en parte, el oprobio, la misma muestra fue inaugurada en la Sala Juan Egenau del Departamento de Artes Visuales de la Universidad de Chile. La historia se olvidó y con el tiempo ha ocupado el lugar de la anécdota. Sin embargo, más allá de preguntarnos por qué ocurren aún estas cosas en Chile, creo más urgente interrogarnos sobre el efecto de estas medidas. En otras palabras: ¿de qué forma la clausura de una muestra de arte, en una universidad que presume tener la más importante galería de arte contemporáneo al sur de Chile, resulta una instantánea de los intereses subconscientes de quienes la sustentan? Deseo e identidad En las últimas dos décadas hemos visto levantarse varias escuelas de arte en Chile. Dicha aparición ha contribuido a la creación de un nuevo escenario artístico, nuevos debates y, desde luego, nuevos actores que se han incorporado al viejo escenario formado al alero de las academias tradicionales. Sin embargo, y para ser justos, es indudable que este cambio no solo radica en la aparición de espacios formativos, más bien estos serían un signo más en las transformaciones de la sociedad chilena durante los últimos veinte años, las que se expresan tanto en lo político, económico y tecnológico. Quizá como producto de estos cambios en el campo de la formación artística, uno de los debates más reiterados, tan antiguo como la misma práctica, es el de si el artista nace o se hace, y de si existe diferencia entre las nominaciones de licenciado en arte o artista cuyo argumento merezca la pena. En esta oportunidad se me ha invitado a reflexionar y escribir sobre este debate. A mi parecer, dicha discusión encierra una paradoja en cuanto nada asegura que el paso de una persona por una escuela de arte lo convierta en un artista y, sin embargo, preferimos actuar confiados en la instrucción, fórmula que por cierto cae en el abismo de lo impreciso y no ha estado exenta de intensos debates a la Herejía, identidad y sistema artístico: El caso de una Escuela de arte en el sur de Chile

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