Escuelas de Arte, Campo Universitario y Formación Artística
21 del arte contemporáneo porque se lo observa como un sistema impenetrable, exclusivo. Por un lado, se encuentran los consumidores y productores de arte y, por otro, los excluidos de ese tipo de manifestaciones, en tanto no se comparte un universo integrado de códigos y repertorios. En definitiva, dos mundos que no se ven, no se tocan, ni se relacionan; uno porque está formado para mantener un relación endógena hacia la disciplina del arte y sus actores (con un sistema autoproducido), y el otro, la sociedad, los pueblos, los territorios culturales, que no tienen las herramientas para decodificar aquello que llaman arte, que supone ser contenedor de su propia representación. Entonces, si la formación académica va dirigida hacia el desarrollo de individuos que tengan dominio del lenguaje visual y que sustenten un nivel de reflexión acerca de la visualidad, sucede que al no estar en relación con la población consumidora se radicaliza la incapacidad de influir en los territorios sociales. Asimismo, la cantidad de espacios existentes dentro del circuito nacional del arte no es determinante, como tampoco sus programas de difusión y comunicación (todos dirigidos al sistema del arte); sí lo es la carencia de una estrategia de aproximación coherente con nuestra realidad más próxima, tanto de parte de nuestros sistemas formativos universitarios, como de las plataformas de difusión, los medios de comunicación y, por cierto, de las políticas públicas. Claramente el valor del arte en un territorio sociopolítico no es cuantitativo, ni tiene una relación directamente proporcional con su cantidad de habitantes, pero sí son una señal las dieciséis escuelas de arte que al año 2011 existían en Chile, arrojando 493 egresados de Licenciatura en Arte al año, lo que viene a fundamentar una paradoja: formación premoderna, desapegada de toda realidad-país, que al mismo tiempo ambiciona la reflexión analítica, desde donde se proyecte un imaginario simbólico representativo del colectivo cultural (no siendo este reconocido ni asumido por la sociedad como propio). Así como el primer encuentro fue la presentación y reconocimiento de nuestro campo de formación artística, este segundo intentaba abordar los problemas y ten- siones, como la falta de formación de profesionales para el sistema del arte (desde montajistas, productores, gestores, curadores, teóricos, académicos, investigado- res, periodistas); en definitiva, de agentes mediadores fundamentales para man- tener en movimiento el subsistema del arte dentro del campo cultural. Todos los profesionales que trabajan para el sistema del arte nacional han tenido formacio- Carolina Herrera Águila
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