Escuelas de Arte, Campo Universitario y Formación Artística
147 La gran mayoría de las obras fue obediente en relación con el encargo, utilizando elementos y problemas de la enseñanza (por citar solo ejemplos materiales: el uso de sillas, tizas, muros y desechos provenientes de la escuela). La obra de Cristián Rodríguez era ejemplar en este punto, pero también la propuesta del colectivo Los Corredores de Larga Distancia (Pablo Serra y José Miguel Marty). Para cerrar este apartado quiero volver a situar en el centro del debate la propuesta curatorial del Salón actual. Como su predecesora, “Desde el resto” enfatiza el peso y la seriedad que existen en producciones críticas, reflexivas y autoconscientes que escalan elevadamente en la categoría de valores. De este modo, se acentúa una suerte de cerrazón y ombliguismo que ha influenciado fuertemente al arte chileno, en la medida que insiste en generar redes y circuitos operados desde la institución universitaria. Si bien se trata de una curatoría ligada a la Universidad de Chile, no debería ser excluyente un proceso de contaminación, vínculo y choque con otros mundos de la producción visual. Mi impresión es que se ha polarizado el debate entre producción crítica (arte) y producción espectacular (publicidad y medios), sin tomar en consideración la relevancia que adquirieron gestos que deambulan entre lo artístico y lo político: los remakes de canciones, la corrida por la Educación (analizada por Sebastián Vidal en su artículo para arteycrítica.org ), los cacerolazos, el sinfín de construcciones escultóricas de los alumnos de arte. En definitiva, no se ha de perder de vista el potencial político de que el arte compita en la calle con los discursos del poder, en vez de retrotraerse hacia su propia reformulación y cuestionamiento interno. Ha de aprovechar el arrebato con que los gritos, consignas y protestas se dieron el 2011 para empezar una producción nueva, sin padecer por la mácula de la “ilustración de la política”. Y puedo ir incluso más lejos. Los gestos críticos ya no se alojan en la opacidad de la obra, sino que se diluyen en manifestaciones abiertas y contaminadas con las artes escénicas, el circo, el teatro callejero, la performance , la protesta, donde todas comparten el uso de la máscara, el doble o el espejo. Finalmente, el carnaval, aquel fenómeno largamente criticado por el pensamiento teórico contemporáneo, se devuelve como una de las caras más visibles de lo que el arte chileno podría llegar a ser. Ignacio Szmulewicz
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