Escuelas de Arte, Campo Universitario y Formación Artística

141 En este mismo sentido, los integrantes de Rectángulo –fundado en 1955, para exponer de manera colectiva al año siguiente– desearon un arte que se vinculase con la condición latinoamericana, con la tradición precolombina, con la finalidad de alejarse de la obsoleta copia de los modelos europeos que no hacen más que prolongar la dependencia para con el viejo continente (y esto es visible en toda la obra de Ramón Vergara Grez). Toda esta orientación hacia la realidad social, lo que Balmes denominó una “actitud política”, encontró su destino en los álgidos, nebulosos y confusos años de la Unidad Popular. Retroactivamente, ese escueto período de tiempo le ha servido a muchos artistas, teóricos e intelectuales chilenos para idealizar e imaginar una relación entre arte y sociedad de corte utópica. Los años de la UP se han consolidado como una pequeña época dorada para el arte social, integrado o comprometido (cuyo epítome sería la construcción en 275 días del edificio que albergó la III sesión de la UNCTAD, actual Centro Cultural Gabriela Mistral). En esos años, el arte recuperó la utilidad y el destino social que, para muchos, siempre ha tenido y siempre deberá tener. Ahora bien, dejando de lado una visión analítica de ese momento de nuestra tragedia nacional, hay que señalar que el arte avanzó, durante toda la década del sesenta hacia una vinculación más directa con las transformaciones del Estado chileno, con los cambios sociales del país, que hicieron que las artes visuales, en este caso, ganasen un lugar privilegiado a nivel de discurso para vehiculizar y concientizar a las clases “desfavorecidas”. Las artes visuales ganaron un sitial especial a nivel de sociedad y, en gran medida, el estado actual del arte local manifiesta una mirada nostálgica para con ese sitial. Lo anhela, persigue y desea. De un momento a otro, la gran mayoría de los actores involucrados en el circuito artístico –insisto, circuito marcado por la presencia de la enseñanza universitaria– se han mostrado críticos, moralistas y cuestionadores del medio local. Un medio que, a los ojos de muchos, parece estar alejado, retraído y ensimismado de los grandes debates del país. Quiero arriesgar una interpretación para comprender este fenómeno: durante casi cuatro décadas, aproximadamente desde las primeras exposiciones de Eugenio Dittborn, Carlos Leppe, Carlos Altamirano, Catalina Parra y el C.A.D.A. entre 1977 y 1979, el arte chileno ha manifestado un constante rechazo para con la denominada “ilustración de la política”. Por un largo período de tiempo, la “politización del Ignacio Szmulewicz

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