Escuelas de Arte, Campo Universitario y Formación Artística
140 en los ramos, reuniones, asambleas y conversaciones de pasillo donde resuenan cada vez con mayor fuerza preguntas ácidas para con el medio artístico local. Preguntas del tipo: ¿por qué el medio del arte está tan desconectado de la realidad del país? ¿Cómo se puede producir un arte tan ensimismado en relación a los procesos sociales? A esto se ha sumado una recuperación del muralismo, el letrismo y la gráfica vinculada a la Unidad Popular, como también de la fotografía realista como fue entendida por Susan Sontag (tal como consta en la línea editorial de Ocho Libros). Han vuelto con fuerza las preguntas acerca de la relación entre arte y política, las prácticas del arte urbano y callejero, como también la condición pública y social de la praxis artística (aunque hay que señalar que todas estas preguntas han estado presentes en diferentes momentos e instancias del arte criollo, por ejemplo, el seminario “Arte y Política” del 2004 organizado por la Universidad ARCIS, la Universidad de Chile y el Consejo Nacional de las Artes y la Cultura. En cualquier caso, esta observación trata de señalar que estas cuestiones están siendo discutidas de manera intensa a nivel de cuerpo estudiantil, aún sin tener a la vista las consecuencias que puedan traer para el medio local. Para aquellos que estamos interesados en la historia del arte local, nada de esto es nuevo. Desde mediados de la década del cincuenta del siglo pasado, con el Grupo Rectángulo, luego con el grupo Signo hasta el furor del arte político hacia finales del sesenta y comienzos del setenta, la vinculación entre el arte y la sociedad fue algo perseguido de manera consciente por un sinnúmero de creadores chilenos. José Balmes, el paladín personificado del arte comprometido, le explicaba hace algunos años a Federico Galende: “¿Cómo pueden desarrollarse los problemas del artista en relación con lo que está sucediendo en la sociedad?”. Balmes se refería a una década de cambios importantes, a nivel de producción artística, como también a nivel de acontecimientos políticos: Vietnam, Corea, la revolución cubana, las dictaduras e incursiones militares en países latinoamericanos, los procesos de cambio social que se vivieron en Chile. En cualquier caso, el hecho histórico se convertía para Balmes en un peso insoslayable de considerar al momento de crear o ejecutar una obra de arte. Lo artístico debía fundirse con lo político, desaparecer como territorio separado y escindido del gran torrente vital de la sociedad (la famosa consigna vanguardista de aunar “arte” y “vida”). Paradojas en el arte joven chileno
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