Escuelas de Arte, Campo Universitario y Formación Artística

124 sido advertidos por un gremio tan reputado como mediático, lo que indirectamente ha ido en desmedro de un área del conocimiento que –en principio– comprende una sola asignatura como es la Educación Tecnológica, pero que en esa misma dirección ya está afectando sistemáticamente a todas las manifestaciones de ese sector curricular, en la medida de que la autoridad sugiere que se les endosen las horas restadas a la Historia al remanente –ya exiguo– de horas de libre disposición donde estas otras resisten marginalmente. Por cierto nos referimos a las distintas prácticas artísticas entendidas como una forma de conocimiento absolutamente legitimado por las sociedades en sus manifestaciones preexistentes; hoy tan representadas en las distintas manifestaciones del patrimonio; y en sus manifestaciones futuras, donde la expansión de la consciencia relacional nos permite cifrar esperanzas en mundos que ni la más esperada respuesta científica nos puede dar hoy. Ese campo de prácticas y sus saberes disciplinares demandan el mismo –o mayor– nivel de abstracción en el manejo de un lenguaje simbólico que el lenguaje verbal y las matemáticas, así como una mayor variabilidad en sus innovaciones que pueden acelerar con mucho los resultados de procedimientos metodológicos regulares con los cuales un limitado funcionalismo nos hace cautivos de un mercado de regulaciones especulativas que nos cooptan a ser parte de una demanda que no es capaz de producir su propia oferta. En ese escenario creemos que hay, al menos, siete argumentos que deberían ser considerados para comenzar a producir ese debate, por lo demás argumentos bastantes conocidos entre los académicos y artistas, pero que creemos oportuno esbozar para movilizar una propuesta mayor que debería ser materializada desde nuestra responsabilidad permanente de pensar el país desde la universidad. El primero es el argumento educacional, ese que dice que la educación es un complejo proceso de transferencia relacional, donde se deben producir conocimientos innovadores no solamente desde una transferencia de contenidos conceptuales, sino que también desde una experiencia, en donde el arte es siempre la experiencia sensorial con más amplia diseminación e impacto al radicar en una libertad de expresión que no admite pasividad en quienes aprenden. El segundo es el argumento desarrollista, donde es un hecho que la educación artística ha sido el motor innovador del desarrollo económico en varios países, otrora emergentes, que terminaron por consolidar un liderazgo en mercados La práctica, la enseñanza y el aprendizaje: de la condición a la relación

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