Resistencias: Foro de las Artes 2020

45 u n a p o é t i c a d e l a r e s i s t e n c i a de aquel terrible uso. Convertido en Espacio de Memoria, desde 2007 se lo fue habitando con diversas conmemoraciones, muestras de resistencias y denuncias a los atropellos de derechos humanos, que –de alguna manera– uno imagina van a exorcizar el grito, pero, como dice la canción, todo pasa y todo queda, capa sobre capa. Además, una cosa es restituir y sanar y otra borrar las huellas. Como soy documentalista pensé varias veces narrar algo de lo vivido allí, en la perspectiva de recuperar aquellos relatos que mos- traran la resistencia de la vida en el reino de la muerte y, aunque no lo he logrado todavía, sí tengo un indicio de por dónde encararlo. Enredada entre los quehaceres cotidianos, desde hace años me fui conectando con talleres de danzas folclóricas y de tango, integrados y dirigidos por jóvenes sensi- bles, vitales, solidarixs. Con ellxs en un par de ocasiones hablamos de las distintas dimensiones de la conjunción cuerpo y memoria, e inspirada en la potencia de las artes para saltar las barreras de la lógica formal, les invite a encontrarnos en aquel espacio. Lxs responsables de las visitas guiadas nos acompañaron en un recorrido que culminaba en un salón en el que hicimos un pequeño acto, incluyendo, a nuestro pedido, una danza. Algunxs era la primera vez que llegaban a ese lugar, unxs cuantxs ni le habían oído nom- brar, sin embargo, cuando hicieron la ronda y se escucharon los acordes de la música, estaba claro que esos cuerpos se sentían convocados por una vibrante savia amorosa. Les vi cómo se apropiaban del lugar y empezaban a moverse, cómo desplazaron los pies acariciando (o quizás escarbando) el piso, les vi girar en zambas y hacer volar los pañuelos que crecían en pája- ros, en rondas blancas, en pancartas al viento, les vi abrazarse (o acunarse) en un apretado dos por cuatro, hacer un corte para darse aliento y una quebrada para juntar energía, les vi zapatear la rabia en una chacarera, e inmediatamente juntar palmas y aplaudir la vida, y también vi que sus bio- grafías se habían unido en algo que las excedía, que –quizás sin saberlo (o a sabiendas)–, estaban con sus cuerpos sahumando un territorio aterido de gritos, con esos movimientos arrullaban una atmósfera herida y desgarrada, y con ese gesto de entrega solidaria, hilvanaban una costura de resistencias tras resistencias, eludiendo, una vez más, al putrefacto aliento de la muerte. Y allí comprendí que las resistencias, cuando encuentran una poética que las encauce, hacen magia. Permiten saltar a donde los objetos no tienen gravedad, donde las personas no son sino encuentros deseantes y gozosos, y el mundo una gran pacha. Y si bien la magia no resuelve las luchas, ni gana batallas al capitalismo, permite sostener resistencias subterráneas y recuperar la sonrisa imperceptible de lxs que miran adelante soñando la mejor de las sociedades que seamos capaces construir. * ana mohaded

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