Resistencias: Foro de las Artes 2020
r e s i s t e n c i a s 44 e n t r a d a s lengua, la entonación, la vestimenta, los cuerpos, el espacio escénico, y por la situación particular de cada contexto. Y aquí emerge otra característica de las resistencias: son situadas. Aun cuando puedan recorrer el mundo y distintas temporalidades, las resistencias no son “neutras”, se nutren de paisajes ciudadanos concretos, de las inquietudes políticas e ideológicas de sus protagonistas y gestores. En este sentido podemos revisar también el modo en el que en Bolivia cada nación construyó y organizó la resistencia al gobierno de facto de Añez, y si bien en conjunto eran una unidad, siempre lo eran en la medida que podían manifestar sus diversidades. Cuando el Movimiento al Socialismo ganó las elecciones y volvieron Evo y Linares, hubo un intenso desplazamiento de comunidades en desfiles, o esperando en el camino. La Wiphala flotó por encima de todos los actos, con una potencia simbólica indiscutible (“nos quisieron quemar la wiphala”, se repetía aquí y allá) restauradora, portando una memoria ancestral, con la energía de la tradición y la fuerza de la re- volución al mismo tiempo, de la unidad y de la diversidad. Y también hubo un subrayado despliegue de ceremonias, con sus trajes, ofrendas, bailes, músicas, actores y rituales. No había allí actuaciones falsas o para los tu- ristas, ni simples trajes de fiestas, no había simulación ni puesta en escena para cumplir una coreografía. Había allí una marca situada de un modo de entender y valorar las relaciones políticas. Y también había una disputa de sentido por las formas que esos pueblos tienen de vivir, entender, disfrutar, diseñar y hacer sus proyectos. Es que, otra característica vital de las resistencias es que siempre hay una forma que acompaña el contenido. Las resistencias implican una propuesta conceptual que rechaza desde argumentos (laboral, económico, legal, reli- gioso, social, educativo, sanitario, etc.) y que se acompañan y presentan con estrategias discursivas, estéticas, performativas, que tienden a deconstruir los sentidos hegemónicos. Me gusta pensar que en toda resistencia hay una impronta poética, o si lo miramos desde el otro ángulo, que en toda creación artística hay una resis- tencia en la medida que disputa modos de ver el mundo. En tiempos de la dictadura militar estuve secuestrada en el tristemente fa- moso campo de concentración denominado La Perla. Un espacio en el que la muerte y el dolor estamparon su energía en las paredes. Cuando uno lle- ga allí siente algo sobrecogedor que lo envuelve aún, a casi cuarenta años
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