Resistencias: Foro de las Artes 2020
r e s i s t e n c i a s 38 sión estética de los opresores. Su preocupación pasaba, precisamente, por pensar esa distinción entre quienes poseían el privilegio del goce estético y quienes experimentaban con resentimiento esa segregación. Y a pesar de todo el arte parecía imbricado entre quienes todavía eran capaces de cambiar esa conciencia de mundo. En este sentido, la estética de la resis- tencia es conducente a un dramático foro en el que conviven el ensayo y la historiografía de gigantes y dioses, cíclopes y mercenarios olímpicos; cuya monumentalidad no deja de interrogar las bases políticas del arte. Con todo, la resistencia que arrastra consigo la imagen del comunero, y que se ha venido expresando bajo la multiplicidad de prácticas estéti- co-políticas de la revuelta, podría dar buen cometido de una imagen que surgiendo desde la violencia policial termina llenando algunos vacíos que el arte, y su historia, ha dejado en suspenso. No obstante, cabría también pensar si la mera gigantografía de sus proyecciones o la reapropiación paródica de su retrato pictorizado no constituye en sí mismo un dócil an- helo de inscripción estética ante la falta de una pregunta sobre el arte, o incluso, si la imagen del rostro de Catrillanca no se subalterniza ante la mirada de quien, creyendo en la democratización de los usos virtuales de la imagen, es partícipe ya del propio dispositivo liberador del arte global. Se podría llegar a sostener que la imagen resiste, pero ante todo resiste a una mirada emancipadora de la propia imagen: la grieta comienza dentro , nos advierte Mersal. Sabemos que las instituciones culturales –hace ya va- rios años reconvertidas en un gran hub de gestiones y relaciones estéticas cooperativas– son lugares en los que se narra la disputa sobre lo sensible. Esto ya no sería un problema en sí mismo, sólo cobraría un cariz incierto si quienes producen las imágenes comuneras consideran que, ingresando a un régimen de luz, logran fisurar el poder autoritario de la representación desobrando las prácticas del arte o dicho de otro modo, haciendo de las imágenes de la movilización popular una estética de la resistencia pero desestimando las tensiones del arte. A diferencia de la desaparecida figura herculiana del friso de Pergamon, magna obra de arte emanada de la privilegiada burguesía helenística, la imagen de Catrillanca aparece como emblema de una multiplicidad de luchas desterritorializadas: mirando embelesados arder la plaza pública, acaso han erigido sus propias estéticas de la resistencia abstraídos –y al mismo tiempo imbuidos– en la marmórea democratización del arte por venir. e n t r a d a s
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