Resistencias: Foro de las Artes 2020
r e s i s t e n c i a s 180 c a p í t u l o 3 . P r o c e s o s c o n s t i t u c i o n a l e s mundial, esto significa salir de los discursos pétreos de las autoridades y tomar la posibilidad que entrega el proceso constituyente para real- mente comprender lo preponderante que es para la construcción de una sociedad sana el respeto de los derechos culturales y el contacto desde la niñez con el arte, la creatividad y la sensibilidad a través de una edu- cación integral que promueva una sociedad más justa y tolerante. Los derechos culturales de las mujeres también deben ser analizados atendiendo a sus diferentes perspectivas: participación, derechos, li- bertades y acceso, pues existe la evidencia de que nuestra vida cultu- ral es restringida por múltiples mecanismos coercitivos y estructurales, que muchas veces no detectamos o asociamos únicamente a prácticas o privaciones brutales que ejercen ciertas culturas que percibimos como lejanas, pero lo cierto es que la participación y expresión cultural de las mujeres vive también limitaciones que tenemos integradas como pro- pias del género, como son la doble o triple jornada laboral (remune- rada o no) o las múltiples manifestaciones de violencia física, política, económica y simbólica. La vida de las mujeres creadoras también está delimitada por la precariedad, por la violencia, por nuestras condiciones de vida. Estos elementos complotan contra la plena participación de las mujeres en el ámbito artístico y cultural, alterando el ecosistema crea- tivo y privándonos de voces esenciales de nuestras culturas. Reconocer estas barreras estructurales es una manera de hacer frente al sistema de dominación androcéntrico del que somos parte, cambiarlo es, probable- mente, nuestro mayor desafío cultural. Como podemos ver, el ejercicio de nuestros derechos culturales colec- tivos configura un motor de transformación social, por ende, de interés para quienes creemos que nos debemos como sociedad una revisión profunda en las dinámicas sociales, particularmente las relaciones y la distribución del poder, es clave desde nuestros lugares impulsar la acti- vación cultural que permita impugnar discursos hegemónicos. Estamos en el momento para aquello, para cambiar la forma en que hemos dialo- gado los últimos treinta años. Las injusticias, violencia y desigualdades que reclama el sector artístico cultural no obedecen exclusivamente a nuestra realidad, sino a un orden estructural, que a pesar de que se pre- sente frente a nuestros ojos con las particularidades que tiene nuestro quehacer, forma parte del descontento compartido que nos activó en las calles pidiendo dignidad.
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