Resistencias: Foro de las Artes 2020
167 * luis montes rojas E l l u g a r d e l a r t e e n e l m o m e n t o d e p e n s a r e l t i e m p o la necesidad de la resistencia, la obligatoriedad de la desafiliación y la negación como conducta. No hay cómo deshacerse del pasado ni de sus consecuencias ominosas, aun cuando queramos ocultar sus signos más destacados. Pero en ese mecanismo, el monumento cumple una doble función: mientras es una afilada punta del entramado, también es un engranaje cuya labor per- sistente consolida la presencia del discurso. Afilado, por cuanto articula cuidadamente los verbos de las acciones que se representan y nunca dice más de lo que necesita decir. Ya lo decía Antony Gormley, escultor inglés: “es una muy mala idea escribir una historia en piedra”, quizás tomando como referencia a la Columna de Trajano en Roma. No es ese el lugar del relato. Más bien la cualidad a resaltar de la escultura, y coin- cidiendo con Gormley, es la permanencia, la persistencia como manera de hablarle al tiempo. Y por eso consolida todo lo demás, colabora con la educación escolar, con la investigación académica y con la didáctica urbana: simplemente por estar. Porque estando, permaneciendo, dice todos los días lo mismo, calladamente, y como lo hace todos los días, parece ser una inapelable verdad. Entonces, ¿qué hacemos con ese afán revisionista respecto del monu- mento? ¿Es una lucha de interés? Desde mi perspectiva, más que la des- titución, considerando la lógica del análisis al derribo del monumento a Colston, me parece más interesante interrogar esos cuerpos para hacer- los dialogar respecto de ese otro pasado, también innegable, y que no ha quedado inscrito en la estatua. O que ha quedado inscrito, pero no nos es visible. El personaje, aún bajo el mar, sigue siendo un esclavista. Más cercanamente: aunque ya no esté el Baquedano a caballo, quedarían in- tactas las actuaciones del Estado en La Frontera y en la pampa desértica, que suelen ser argüidas como detracciones al prócer. El asunto está en que la interrogación a la construcción histórica, esta vez representada en el dispositivo monumental, debe permitir necesariamente la emergencia de una reflexión que constituya un acervo que siente las bases de un futuro posible, en el sentido en que la utopía es siempre escapar al sen- tido del tiempo cuando este se ha identificado permanentemente con la violencia como motor de la historia. Y ahí radica el peligro, por cuanto la violencia parece ser germen de la historia misma. Y como así se identifica, como necesaria consecuencia instala las bases de una rabia contra la historia, lo que dispone acciones
Made with FlippingBook
RkJQdWJsaXNoZXIy Mzc3MTg=