Resistencias: Foro de las Artes 2020

165 * luis montes rojas E l l u g a r d e l a r t e e n e l m o m e n t o d e p e n s a r e l t i e m p o futuro, sino que ese futuro constituya también su propio pasado y con ello, contribuya a la conformación de una memoria en tanto conciencia histórica de los sujetos. Ahora bien, esta labor transformadora no sólo se ha venido dando en la escritura histórica, la que ha sido abordada desde la novela como género y fundamentalmente desde fuera de la misma historia, en tanto discipli- na. También desde el arte contemporáneo, donde sabemos que muchos artistas han realizado obras que consideran la referencia a la historia, al pasado y a la memoria como materia fundamental, y que en nuestro país han venido a representarse, mediante sendos envíos, al menos en las dos últimas versiones de la Bienal de Venecia, a través de los traba- jos de Bernardo Oyarzún y Voluspa Jarpa. Ambos han propuesto, desde sus propias perspectivas, un análisis crítico sobre los acontecimientos de nuestra historia que han sido parte de un relato unívoco, sin fisuras, conformando así el discurso fundante para una identidad nacional que necesita de una consistencia tal que pueda ser imagen y referencia. Esa conciencia nacional que se fundamenta en tácitos acuerdos trans- versales es lo que se ha venido a poner en cuestión. Sea en los libros, sea en los signos estéticos. Pero a pesar de encontrar trazas de colaboración con el proyecto nacional en todas las disciplinas artísticas –sea la arqui- tectura, la pintura o el urbanismo– es sabido que la acción iconoclasta se ha dirigido fundamentalmente hacia el monumento escultórico. No hay ataques a la pintura por ejemplo, que aun representando discursos fundantes (pensando en la Fundación de Santiago de Pedro Lira, por poner un ejemplo cualquiera) siguen intactas al interior del museo, pero sí a una gran cantidad de monumentos quizás debido a su carácter re- gente del espacio público y su enfrentamiento al tiempo histórico como voluntad de permanencia perpetua. También sabemos que la escultura ha sido considerada como una disciplina artística que bien puede venir a representar una analogía del buen gobierno. Su estabilidad, equilibrio, perdurabilidad son características ansiadas por toda conducción del po- der. Por lo mismo, no podemos dejar de considerar que el monumento es un ejercicio de ese poder, un mecanismo de inscripción en la ciudad que requiere de la unión de voluntades que finalmente permiten erigir- lo, pero por sobre todo, responde a un proyecto del cual forma parte en tanto dispositivo de consolidación de un relato histórico y modelador de la memoria colectiva.

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