Cambio climático y desastres naturales : acciones claves para enfrentar las catástrofes en Chile
52 El Cambio Climático y Chile: Los riesgos críticos en nuestros asentamientos humanos y ecosistemas naturales. nítidamente en los megaincendios del 2017 que han requerido esfuerzos enormes para la rehabilitación y desarrollo en nuevas condiciones de la actividad forestal y un tremendo esfuerzo re- constructivo de localidades, más, sistemas de dotación de agua y servicios en los extensos territorios afectados. 5.4. Los fenómenos aluvionales, la remoción en masa y la fragilidad de las quebradas. El Cambio Climático está produciendo fenómenos nuevos en los regímenes de lluvias (menos pluviosidad y más intensas en cada evento) y principalmente en nuestras principales quebra- das hemos comenzado a asistir a lluvias con mayores tempera- turas y, por lo tanto, con isotermas cada vez más altas, lo que hace que el riesgo aluvional en muchos casos sea inminente. Es- tos aluviones manifiestan, en pocas horas, el desplazamiento de altos volúmenes de agua, desechos y materiales diversos desde la pre-cordillera hacia el mar. La estructura geográfica chilena hace que el riesgo aluvional sea una de las manifestaciones más complejas y de mayor riesgo, como efecto directo del cambio Climático. En zonas sur y australes de Chile los fenómenos alu- vionales tienen mayor habitabilidad, y por lo tanto se reacciona a ellos con mayor prestancia y conocimiento, tanto institucional como en la conducta de la población. Ello ocurre frecuente- mente en la ruta 7 del Chile Austral. Así ocurrió en 2015 a fines de marzo, cuando lluvias inéditas en cantidad y para esa temporada del año y con isotermas muy elevadas, arrasaron en diferentes quebradas las zonas de la re- gión de Atacama, de Taltal en Antofagasta y hasta del valle y quebrada de Vicuña en la región de Coquimbo. Tuvimos allí aluviones gravísimos y simultáneos en prácticamente una ex- tensión longitudinal de 800 kilómetros en nuestra geografía del Norte de Chile. Esta catástrofe adquirió categoría de “desastre mundial” por el enorme territorio comprometido, la gran velo- cidad de los torrentes y los escasos antecedentes para fenóme- nos similares en esa geografía nortina. Con escasos precedentes, como el aluvión gravísimo que arraso vidas en Antofagasta en 1991, o el de las quebradas de Macul y San Ramón el año 1993 en la Región Metropolitana, estos fenómenos generaron una situación de acentuada catástrofe, destruyendo poblados, actividades productivas, la vialidad y los servicios, con una fuerza inusitada de las riadas, en su camino desde la cordillera al Pacifico. Estos fenómenos se observan con fuerza en el Norte y Centro del país y han afectado también a la pre cordillera de la Región Metropolitana, la que ha sido anualmente afectada desde hace unos 6 años, de correntias poderosas en la zona del Maipo Alto, en las inmediaciones de San José de Maipo y sus diferentes que- bradas. Aquí también ocurre que ello afecta severamente las fuentes de abastecimiento y producción de Agua Potable para el gran Santiago, lo que amplifica los efectos graves sobre una población metropolitana de siete millones de habitantes. Estos desastres, entes muy poco frecuentes, se han reiterado en los últimos años. La propia zona de Atacama, tanto en la quebrada de Chañaral, la de Copiapó y la de Alto del Carmen y Vallenar, vivió situaciones similares en 2017, aunque de una intensidad menor que en 2015. También en Tocopilla, Taltal y el propio Antofagasta, hemos asistido a repeticiones anuales de dichos fenómenos. En la “última edición” del Invierno Altipláni- co de la temporada 2019, este fenómeno se observó con conse- cuencias graves en Arica, Iquique, Calama y hasta Antofagasta.
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