La tormenta de fuego y la Nueva Santa Olga

55 tiva y ejecutiva no tiene explicación razonable. Por de pronto el plantel funcionario reforzado, la capacitación nacional e in- ternacional fundamental y sobretodo la presencia regional o macro regional en el territorio, claman, con urgencia. También ello ocurre con los Ministerios. En sus equipos de desastres, cada vez más requeridos en muchos Servicios, con la necesidad de priorizar y ejecutar proyectos que sabemos van a generar condiciones de aprestamiento en el territorio muy superiores. Estas tareas demandan también recursos en Inver- siones y en funcionamiento. Aunque sea gatillado por estos desastres, el Ejecutivo Público requiere una fortaleza mayor. Se reiteran desastres de distinto tipo y su frecuencia aumen- ta, frente a regímenes de lluvias más irregulares y constante fenómenos aluvionales. Ello requiere inversiones previas para catástrofes en zonas ya conocidas y la confección de mapas de riesgo en los distintos territorios vulnerables. Lo aprendido de los aluviones del Norte el año 2016 debiera ser una buena a manera de darle prioridad a inversiones de disipación energéti- ca en zonas de inminencia aluvional que evitaron que ciudades como Taltal fueran arrasadas por el barro y el agua. Pero, de momento, hablamos de excepciones que de la norma. Hace décadas existía en Chile el “2% constitucional” para el enfrentamiento de emergencias. Un monto significativo si se cuantifica respecto de la totalidad del presupuesto nacional de inversiones y de funcionamiento. Aun así, un cálculo rápido muestra que en años tan difíciles como en 2015 estábamos en ese monto, a lo menos en inversiones requeridos para los tres años siguientes. No solo se trata de tener una “partida presu- puestaria” sino de establecer procedimientos expeditos al efec- to que acompañen con agilidad y oportunidad los declarados estados constitucionales de Emergencia, que han demostrado ser una muy buena práctica. También parece aconsejable que las FFAA y las Policías no solo sistematicen sus experiencias, la más de ellas valiosas e indispen- sables, para introducir en sus prácticas formativas la especiali- zación en áreas fundamentales, como son las brigadas forestales y la acción que lleva a cabo el Cuerpo Militar del Trabajo en el Ejército. Las FFAA cuentan también con un especial reco- nocimiento y afecto ciudadano en circunstancias catastróficas y disponen de una capacidad de movilización destacable. Chile podría avanzar mucho más en estas líneas de trabajo. El esfuerzo de Coordinación es otra materia en la que el país aprende con dificultades. Las prácticas entre agencias públicas y las eficaces coordinaciones, como ha quedado mostrado y demostrado en los megaincendios forestales, son muy destaca- bles para superar las dinámicas compartimentadas. También se habla en Chile de descentralización mucho más de lo que se hace. Es una temática en que en los discursos están todos de acuerdo, pero Chile sigue siendo un país de los, más cen- tralistas de la OECD. Esta propia institución hace unos años desarrolló un informe muy interesante al efecto, que termina con la sentencia “Chile no será país desarrollado si no es país descentralizado”. Coordinación y Descentralización, grandes lecciones futuras. La columna de pendientes es extensa por ser Chile un “país de desastres naturales” y amenazado especialmente por el cambio climático.

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