La tormenta de fuego y la Nueva Santa Olga

25 la posta, hay pérdida total. Las familias deambulan los días si- guientes, buscando alguna foto, algún recuerdo, se aferran a muros tambaleantes, a una ciudad arrasada en donde se acu- mulan escombros y restos de una vida digna y honesta, pero en donde no queda nada. Se inicia la diáspora, las familias llegan a Constitución, se desplazan donde parientes, se instalan en los albergues municipales, allí está la imagen vívida de la tragedia, a la “vera del camino”, todo reemplazado por una gran carpa militar donde se provee de los servicios más esenciales y se le da comida a la gente. A poco andar los canales de la TV están instalados allí desde donde transmiten en directo la tragedia, la que tiene múltiples expresiones, todas impresionantes, las mis- mas que detona una cadena de solidaridad y apoyo con poco precedente, aún en un país solidario como Chile. El país está estremecido. Con los días se encontrará un cuerpo muerto, la única víctima del pueblo. Todos los demás alcanzaron a salir con rapidez y también con prudencia. Se ha salvado la vida y casi nada más.

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