La tormenta de fuego y la Nueva Santa Olga
21 Que se haya llegado con aquel primer millón de pesos a las familias afectadas de pequeños productores forestales en me- nos de un mes fue sólo posible por el trabajo de registro en el propio combate al fuego. Ello permitió el orden y la transpa- rencia entre beneficiarios, situación que es de alta complejidad en toda catástrofe donde habitualmente se llega al doble el nú- mero de “damnificados”. También se crean lazos de confianza entre entes públicos y privados, producto del trabajo “codo a codo”, mostrando que no hay mejor escuela al respecto. Diez a quince días de “total intensidad” es capaz de crear nuevas confianzas y un sentido de trabajo en equipo. Entes públicos, empresas privadas, pobladores organizados, Municipios, FFAA y Carabineros preocupados del orden públi- co y de un sin número de desafíos cotidianos sobre los abas- tecimientos y la velocidad y dirección de los incendios que se desplegaban en muy diferentes direcciones. Un sin número de problemas, porque para esta situación catastrófica sin preceden- te todo es un nuevo problema. En esos días y esas noches, cali- brando los informes meteorológicos, la operación combinada de medios terrestres y aéreos, ordenando la distribución de ayuda en los diferentes alberges municipales, se va construyendo un “quehacer de la catástrofe” donde se van creando esperanzas a partir de modestos logros o se van compartiendo las tragedias como fue el incendio con pérdida total en Santa Olga. Allí la cuestión de la solidaridad eficiente, exigente y adecuada no es menor desde el punto de vista organizativo. Como esta enorme movilización de apoyo, intermediada con intensidad continua por la TV, las radios y los medios de comunicación, van dirigiendo una perspectiva estratégica de apoyo compartido y no nos centramos sólo en la divergencia, la legítima protesta y la desesperanza. En los prácticamente 20 días de “fuego intenso y continuo” diversos hechos van, mostrando que hay una capa- cidad de respuesta unida de entidades públicas, de empresas y corporaciones privadas, de los Municipios, de instituciones de larga data en Chile en la solidaridad y el apoyo ciudadano; Te- cho (Techo para Chile); Desafío Levantemos Chile; las empresas forestales; las empresas constructoras, empresas comerciales y de servicios; las empresas que restituyen servicios elementales de agua, de electricidad y de combustibles, entre otras. Ello tiene una expresión nítida en los medios de comunicación y la TV, que comienza a difundir la idea de que la “catástrofe puede ser enfrentada”, que “no hay que esperar a las lluvias porque falta demasiado tiempo”, que junto con reconocer la tragedia de las víctimas, la mayoría de los que son voluntarios apoyadores a las familias, y la grave tragedia de Santa Olga, se comienza a hablar con orgullo de cómo se salvaron localidades y cientos de vidas humanas, cómo el fuego no se trasformó en urbano en el Gran Concepción y cómo se comienza, día a día, a construir una pers- pectiva que muestra que “hay luz al final del túnel”. Esta “manera de enfrentar los megaincendios”, que natural- mente dista de ser perfecta, fue mostrando a sus propios intervi- nientes y a las familias afectadas que comenzaba a “haber con- trol”. Que esa práctica aparentemente burocrática del comité coordinador de crisis nacional, que los comités regionales en O’Higgins, Maule y Bío-Bío con un mando civil y militar de pri- mera línea, que los organismos técnicos con una coordinación cada vez más eficaz, que la población recibiendo ayuda, que los voluntarios con claridad respecto de su acción, que la TV recolectando ayuda y solidaridad y que instituciones públicas y privadas poniéndose de acuerdo desde ya en la rehabilitación y posterior reconstrucción.
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