La tormenta de fuego y la Nueva Santa Olga
165 fue un logro extraordinario. Varios de los consultados des- tacan la inevitable comparación con otras tragedias simila- res en el mundo, los que se han acentuado con el cambio climático. La experiencia chilena se valora así positivamen- te, “sobre todo en relación por los medios mucho meno- res que en países desarrollados” (23). La valoración es aún mayor cuando conocido el Informe de la Unión Europea, con un muy positivo de la reacción chilena a la catástrofe se contrasta con los medios, recursos, prevención y organi- zación disponible. “Se destacó sobre todo la cooperación entre los entes públicos, las empresas y el voluntariado” (61). “La capacidad de recuperación nacional notable, lo que redundó en reforzar la ayuda Internacional” (128). La opinión de Silvia Rucks, Representante Residente del Pro- grama de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) es muy destacable, cuando expresa: “A un año y medio de ocurridos los incendios, los principales aprendizajes que podemos identificar se vinculan con el valor de la coor- dinación pública intersectorial, tanto en la respuesta hu- manitaria como en la recuperación post desastre, con la importancia de contar con equipos subnacionales fuertes y preparados para liderar los procesos, con la eficiencia que puede producir el trabajo articulado público-privado y con la eficacia que genera el que las soluciones propuestas sur- jan de un diálogo con las personas afectadas. La Tormenta de Fuego que afectó el centro-sur de Chile en 2017, generó un nuevo estándar en la calificación de los in- cendios forestales a nivel mundial, y demostró (por el bajo número de víctimas fatales, la cobertura de la respuesta hu- manitaria y la rápida reposición de las infraestructuras per- didas) que el país estaba preparado para responder frente a eventos de alta complejidad. Sin embargo, estos incendios también demuestran la alta exposición de Chile frente a fenómenos potencialmente desastrosos y nos recuerdan la necesidad de abordar políticas sistemáticas de prevención, mitigación y preparación (tanto para la recuperación post desastre) que aseguren los avances que el país ha logrado y fortalezcan la resiliencia de su población” (112). Se destaca el reducido, aunque siempre durísimo, número de víctimas, porque se le asocia a una estrategia de enfren- tamiento del fuego que priorizó salvar vidas y porque se va- lora la acción conjunta de instituciones diversas del ámbito público y privado. Esta estrategia es defendida por Camilo Navarro (88) del Ministerio de Agricultura cuando dice: “Observando las imágenes satelitales de campo de calor de la NASA, que nos correspondió analizar día a día, y luego socializar con el resto del aparato estatal, claramente fue una estrategia, no sólo adecuada, sino muy exitosa. En números gruesos, se podrían haber quemado más de 15 mil viviendas y haber tenido muchas víctimas”. Así, se distingue a la CONAF, por su dirección estratégica como por sus brigadas propias; a las Brigadas del Ejército; a las brigadas de las empresas y, sobre todo, a Bomberos. Estos últimos son reconocidos con especial frecuencia y unanimidad, por su compromiso histórico y permanente. “En los aproximadamente 20 días de combate frontal a los incendios, participaron unos 400 bomberos voluntarios y unos 1.200 vehículos, la mejor y más extensa movilización histórica conocida de Bomberos” (105). También se valo- ra el apoyo aéreo al Combate, aunque varios informantes destacan el debate sobre el avión Súper Tanker, polémi-
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