La tormenta de fuego y la Nueva Santa Olga

15 pero no era tan fácil augurar que el aporte propiamente pri- vado habría de superar el 35%. Que sería posible construir una moderna solución al Agua Potable para la que tendríamos abastecimiento de agua de una empresa donando sus derechos sobre el rio Maule y que contaríamos hasta la cooperación de un lejano Gobierno extranjero. No era fácil imaginar la cons- trucción de un Liceo moderno y de alto estándar. Esas grandes obras, de las mejores en su género en Chile, están inauguradas a la fecha de esta publicación. En ellas y en la zona de parque y paseo del pueblo, en las sedes sociales, en la gran cantidad de viviendas unifamiliares de alta calidad construidas y cons- truyéndose, en la pavimentación de sus calles y veredas, en su nueva y moderna red eléctrica, en el excelente Terminal de Buses, en el próximo Centro de Salud y en tantas obras hechas con dedicación, eficacia y paciencia, está la historia de este “cuento”. Un cuento que deben conocer los chilenos. Una historia dolo- rosa, extremadamente difícil, hecha “paso a paso” y donde con mucho tesón nos pusimos de acuerdo los públicos, los privados y las familias. Esa clave es el punto principal. Muchas empresas privadas pueden aprender de esta historia y estar preparadas para actuar con esa dedicación y eficacia en nuevos eventos, que no conocen ahora. Muchos Gobiernos deberán asumir coordinaciones eficaces, en el nivel central y en el territorio. Muchos Municipios deberán afrontar experiencias parecidas. Y sobre todo muchas organizaciones sociales de familias de- berán extraer lecciones propias sobre su protagonismo en las soluciones y no sólo en la demanda y en la protesta. Nada será igual después de los megaincendios de 2017, en las empresas forestales, en el poblamiento y en las localidades, en el imprescindible trabajo de prevención, en los tendidos eléc- tricos y en las fajas viales, en los cortafuegos en cada localidad y sobretodo en el alma de las familias que se organizaron y lo lograron. Hay un “antes y un después” y este relato da cuenta de ello. Estas páginas, hechos y reflexiones están hechas con cariño. Mismo cariño con el que debemos mirar críticamente lo que hacemos siempre. No se trata de idealizar, pero sí de recuperar experiencia de cooperaciones fundamentales para el desarro- llo nacional. La asociatividad público-privada es todavía cosa nueva en Chile. Pero ha dado frutos tan relevantes que hoy día parece ya de sentido común que los grandes desafíos naciona- les deben estar marcados por esas asociaciones. Las regiones afectadas tuvieron en la siguiente temporada de incendios forestales situaciones climáticas parecidas y los da- ños se minimizaron con el aporte eficaz de todos los agentes públicos y privados. Hay muchas lecciones aprendidas. Se alza una Nueva Santa Olga decidida y concretamente. Será una ta- rea que requiere más tiempo y más esfuerzo coordinado, pero “está a la vista”. No es poco en Chile donde estamos acostum- brados a que las reconstrucciones duren décadas. Se trata de tareas de Estado, donde Chile se debe movilizar prontamente. Donde no debe primar ningún sectarismo ni mirada estrecha. Donde, los privados y los públicos, nos or- denemos, organizamos y sacamos lo mejor de nuestras insti- tuciones. De ese modo se enfrentó la Tormenta de Fuego, se inició la rehabilitación de poblaciones y localidades y se comen so la Nueva Santa Olga, una reconstrucción que es ejemplo internacional.

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