La tormenta de fuego y la Nueva Santa Olga

13 mento de muchas obras hidráulicas y de generaciones de pro- fesionales de las empresas públicas que comenzaron a respetar y conducir los cauces fluviales. Es en esos momentos históricos que surge un Chile más soli- dario y más dispuesto a la colaboración, al sacrificio, a la inno- vación y a la prevención verdadera. También un Chile abierto a una cooperación público-privada que es fundamental para enfrentar las emergencias y resolver problemas y desafíos re- constructivos. Mucho de lo ocurrido en los megaincendios tienen que ver también con “antecedentes recientes” de desastres chilenos del último lustro, donde la suma de ellas es equivalente a la de los últimos 50 años. Aluviones en Atacama, Antofagasta y Co- quimbo sin precedentes; secuencias de erupciones volcánicas; enormes marejadas también sin registro anterior; terremotos difíciles y secuenciales y sus complejos Tsunamis; megain- cendios como el de Valparaíso y, lluvias sin precedentes y con isotermas altas que producen aluviones y deslizamientos de gran peligrosidad en varias regiones de Chile. Varias de estas Catástrofes tienen su explicación basal en el Cambio Climáti- co, el aumento paulatino de la temperatura, la disminución y variación de nuestro régimen de lluvias y extensos periodos de sequías. Desde 2014, Chile enfrentó una secuencia de desastres sin precedentes, los que enfrentó y superó con bastante eficien- cia, si los comparamos con los estándares internacionales. Es en “esos tiempos de desastres” que aparecen los megain- cendios. Nos encuentran con poca prevención, con falta de práctica y con poco conocimiento sistematizado. Pero nos en- cuentran también como siempre en Chile, en todo trance duro y complejo, con una actitud prorespuestas, con una solidaridad que se desborda y con una esperanza que se va construyendo cada día y cada noche. Como objetivo principal de este tex- to estén las voces de los Protagonistas, los que hayan tenido la oportunidad de recordar, sistematizar, mejorar, prevenir y construir un país a prueba de megaincendios. El 26 de enero, en la madrugada, fue arrasada la localidad de Santa Olga, un poblado de unos 5.000 habitantes construido con un enorme esfuerzo casi enteramente por las propias fa- milias en el camino a Constitución y en el cruce a Empedrado. Gente sencilla y de mucho esfuerzo que, en pocas horas, tres o cuatro más precisamente, se quedaron sin nada. Enfrentados a esta tremenda tragedia el Gobierno decide reconstruir Santa Olga. Cuenta para ello con la absoluta decisión de las familias organizadas, para jugar un rol clave en su propia reconstruc- ción. Se decide “no hacer un pueblo de emergencia” se decide hacer una “Nueva Santa Olga”. Se cuenta también con un grado de apoyo y colaboración del sector privado, el que ya se había movilizado con eficacia en la fase de enfrentamien- to de La Tormenta de Fuego, con brigadas de combate, con maquinaria, con medios aéreos y terrestres inéditos. Además, con una disposición eficaz y coherente de las agencias públicas gubernamentales que también abrían a coordinarse (nacional- mente y en cada región) de una manera inédita y moderna. Las Fuerzas Armadas y las Policías permanecerían en el es- fuerzo reconstructivo reafirmando el clave rol jugado en los incendios mismos. Por esas razones, parte importante de estas Notas, están refe- ridas a la Reconstrucción de Santa Olga. Es fácil ahora decir que era posible levantar 60 millones de dólares para esta tarea,

RkJQdWJsaXNoZXIy Mzc3MTg=