Prácticas pedagógicas en la diversidad: III Coloquio de Danza y Educación

Los procesos de enseñanza-aprendizaje pue- den ocurrir de muy variadas maneras. Pa- reciera que el ser humano está destinado al aprendizaje, independientemente de cómo este ocurra. ¿Cuántas generaciones apren- dieron a leer a punta de golpes y castigos? Al menos puedo dar fe que hasta mi generación, el maltrato y acoso físico y emocional en la educación era aceptado como algo común, como así también la total exención para abru- mar con estos agravios el espacio social de convivencia estudiantil. Esto, según los educa - dores, fortalecía espiritual y psicológicamente al estudiante, y lo preparaba para la bestial lucha diaria de la vida adulta. Sin embargo, acá estamos. Sobrevivimos. Parafraseando al compositor norteamericano John Cage, cuan- do se refiere al futuro de la música ante su comprobación empírica de la inexistencia del silencio 1 , podríamos entonces garantizar el futuro auspicioso de la enseñanza, al suceder esta, ineludiblemente, más allá de nuestros métodos. Me permito esta pequeña provo- cación inicial para exponer un énfasis con el cual he tratado de ser coherente desde hace algún tiempo en mi actividad docente (pero también en mi actividad familiar, afectiva, aca - démica, artística, y ciudadana): independiente de cuáles o cuántos resultados de aprendiza- je (u otros) me proponga obtener, el camino para su obtención construye en su cotidianei - dad una realidad político-cívica que, desde mi perspectiva, debe estar delicada, frontal e impecablemente dirigida hacia la aceptación amorosa del otro. Esta idea no es de mi au - toría, sino del biólogo y filósofo chileno Hum - berto Maturana: Los seres humanos de la cultura patriarcal eu- ropea vivimos permanente o recurrentemente en una contradicción en nuestra vida adulta: aprendemos a amar en la infancia y debemos vivir en la agresión como adultos. Por esto el amor para nosotros se ha vuelto literatura o, lo que es lo mismo, una virtud, un deber, un bien inalcanzable o una esperanza. Para vivir en la biología del amor tenemos que recupe- rar la vida matrística de la infancia y para ello tenemos que atrevernos a ser nosotros mis- mos, atrevernos a dejar de aparentar, atre- vernos a ser responsables de nuestro vivir y no pedirle al otro quedé sentido a nuestro existir. Pero hacer todo eso, en verdad, no es tan difí - cil si damos el primer paso recuperando nues- tra dignidad al aceptar la legitimidad del otro, quienquiera que este sea 2 . Dicho de otro modo, ¿cómo construimos ciu- dadanía, desde la felicidad, en nuestro día a día durante el quehacer docente? ¿De qué maneras podemos atrevernos a ser nosotros mismos en la convivencia del aula? Pien - so que la expansión de la economía de libre mercado ha traído consigo la aplicación de un criterio de eficiencia a múltiples niveles (mu - chas veces aplicado de formas desesperadas), de manera de ofrecer al cliente (en nuestro Enseñanza y Horizontalidad en el Desarrollo de la Creatividad José Miguel Candela - Universidad de Chile 1. Cf.: Cage, J. (2002). Silencio. Madrid: Ardora Ediciones. 2. Maturana, H. R. (2008). El sentido de lo humano. Buenos Aires: Ediciones Granica SA., p.54. 3. Cf. Roch, E., Thompson, E., & Varela, F. (1994).De cuerpo presente. Las ciencias cognitivas y la experiencia humana. Barcelona, Ed. Gedisa S.A. 4

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