Prácticas pedagógicas en la diversidad: III Coloquio de Danza y Educación
la torpeza y el ridículo como marca de parti - da, infunden el ánimo de la autoreforma y la normalización. Desde el comienzo se cree que todo deseo es una falla que hay que corregir. El olor de la injuria que te segrega va adherido en la segunda circunvalación de la nariz. Y uno asume que ese olor es el propio y lo recubre con perfumes estándares intentando del apto. Queremos que nos quieran. El robo estatal del afecto materno te dispone en el disciplina- miento para que te quieran profesionalmente ya que nadie te querría al natural. El retiro del afecto es la estratagema pedagógica primaria y nos entregamos con fe a la correccional y a la convención gregaria. La educación acelera con energía el curso de la cultura que habrá de restar cualquier valor a las materias bajas de la pasión y la percepción sensorial, tildán - dolas de inútiles, groseras y dignas de repudio” (Thayer, 2013, pp. 43 y 44) . Desde la educación tradicional, la forma más eficaz y correcta de aprender es a través de instrucciones ajenas al sujeto. Cabe decir que estos estímulos no tienen relación con el proceso de aprendizaje ni con la realidad de los niños en muchas oca- siones. Durante décadas se ha tratado de per- feccionar un sistema positivista, lo cual ha sido muy rentable para la cultura hegemónica ac - tual, pero muy perjudicial para la creación de humanos íntegros y felices. Esta epistemología entra en crisis ya que no logra, por más que lo intente, complementar al ser en todas sus di- mensiones. Todo conocimiento es contextual y social; si este conocimiento es ajeno, es con - fuso e inservible pues se realiza de forma me - cánica sin una aprehensión del mismo. Somos seres sexuales y el cuerpo nuestra entidad bio - gráfica, territorial y social, unidad básica de la subjetividad. La piel limita con el exterior, pero se proyecta por el espacio. “Cuerpo hay ahí donde una terrible, imperiosa, inaguantable necesidad se impone, se presenta -ella-. Cuer- po es necesidad: no todo cuerpo es necesario, pero todo lo necesario es cuerpo. Cuerpo hay ahí donde un deseo, que se oculta para que se lo descubra, tiembla ser descubierto, tiembla no ser descubierto [...] Cuerpo es pensamien- to necesario. Descubrir cómo está construida, qué fuerzas están en juego, es la necesidad im- placable” (Marchant, 1991, p.4). El cuerpo comunica una serie de símbolos que el lenguaje verbal no puede codificar, también expresa lo que la razón no puede ver, o no quie - re. “De acuerdo con el difunto Dr. Lawrence K. Frank, de Harvard, el conocimiento del mundo de un niño empieza con el tacto de la madre, con la caricia y el beso, el contacto oral del pe- cho, el calor y la seguridad de sus brazos. Su educación prosigue con la enseñanza del «no tocar» para adecuarlo a cierto aspecto de su cultura, «los derechos de propiedad», para en- señarle un sentido de posesión y pertenencia. Como niño y como adolescente el tocar el pro- pio cuerpo, las aventuras de la masturbación —la última forma de tocarse —su exploración en la juventud del tocar del amor, la mutua ex - ploración del cuerpo con el parcero amoroso, son todos aspectos de la comunicación táctil” (Fast, Julius, El lenguaje del cuerpo, 2005). 38
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