Prácticas pedagógicas en la diversidad: III Coloquio de Danza y Educación
dose el secreto. Es entonces que el sexo y el cuerpo comienzan a convertirse en zonas me - cánicas y funcionales. La zona pélvica se vuelve inexistente en otro espacio que no sea el con- yugal, inexistente públicamente, reservada a la vida privada: bajo el mandato de la repro- ducción,bajo el control y mercantilización de la publicidad, quien utiliza este tabú para generar ganancias exacerbándola de manera tal, que el morbo seintroduce. Los establecimientos educativos tradicionales producen la idea que los infantes carecen de sexo -ya que solo lo señalan mediante el as- pecto biológico. Razón suficiente para su invisi - bilidad; no se les habla de ello ni ellos hablan sobre eso. Así funciona como una orden de desaparición que solo acontece bajo el dis- curso de la reproducción y bajo el circuito de la ganancia. No es casual que en los colegios tradicionales la educación sexual sea, si es que tienen ese espacio, dirigida con manuales anti - conceptivos o de otro tipo de protección para el coito (métodos dirigidos principalmente a las mujeres).¿Qué sucede con otros espacios sexuales como las emociones, las afectividades, los deseos, el placer y el cuerpo? En este para- digma, el cuerpo de la mujer,como materializa- ción de género, se ve aún más vulnerable al ser el que genera mayor desorden en este orden racional al estar ligado directamente con lo animal, lo salvaje y lo sexual. La manipulación de los conocimientos sobre la zona pélvica ha estado regida por esta construcción. Es impor- tante resaltar que solohace algunas décadas se comenzó a realizar estudios sobre la vagina, ya que esta zona, que define en gran medida el género y su corporalidad, era entendida y en- señada como un pene atrofiado: “A finales del siglo XVII y en el siglo XVIII, la ciencia otorgó una sustancia material, aceptable en términos de la nueva epistemología, a las categorías de hombre y mujer, consideradas como sexos biológicos opuestos e inconmensurables” (La - queur, La construcción del sexo: cuerpo y géne - ro desde los griegos hasta Freud, capítulo V, “El descubrimiento de los sexos”, p.266). Otro ejemplo para contextualizar la exposición es analizar el hecho que las mujeres han sido excluidas del placer más que los hombres. Este erotismo y autoerotismo ha sido negado a lo largo de la historia, y las ciencias oficiales se han encargado de esto. El surgimiento de la epistemología como disciplina negaba en sus comienzos a la mujer como sujeto de saber, ya que esta ciencia entendía –y en algunos contextos aún lo hace- a la inteligencia como sinónimo de razón del que la mujer en su con- dición de instintiva no podía llegar. “Como el propio cuerpo natural pasó a ser la regla de oro del discurso social, los cuerpos de las mu - jeres–el sempiterno otro- se convirtieron en campo de batalla para la redefinición de la an - tigua e íntima relación básica: la de la mujer con el hombre. Los cuerpos de las mujeres, en su concreción corporal, científicamente acce - sible, en la misma naturaleza de sus huesos, nervios y, lo que es más importante, órganos reproductores, hubieron de soportar una nue - va y pesada carga de significado. En otras pa - labras, se inventaron los dos sexos como nuevo fundamento para el género” (Laqueur, 1994, p.259). Estos paradigmas han influenciado la repre - sentación que se tiene en los colegios tradi - cionales en Chile a la hora de hablar sobre la sexualidad y zona pélvica: “De haberlo sabido no habría sobrellevado tantos años la carga de una diferencia corriente, y más precozmen - te hubiera aprendido a ser feliz en la conven - ción, sobrellevado con indiferencia los límites del contrato social, acogiendo los placeres in - significantes que él mismo me sugería en los bordes de su moralidad. Pero la inoportunidad, 37
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