Prácticas pedagógicas en la diversidad: III Coloquio de Danza y Educación

la componen) que va derivando en exclusio- nes, en precisiones y acotaciones, donde cier- tos saberes considerados conmenos peso frente a otros, o que son contrarios a las formas de comprender y entender el mundo actual, son dejados aparte en la oficialidad del saber. Lo anterior lleva a preguntarse sobre las impli- cancias de dicha selección. Podemos imaginar, como propuso Humberto Maturana, a la dan- za como un sistema autopoiético, como una unidad independiente que se abre y cierra al medio que la circunda para tomar las caracte- rísticas que le son útiles para su superviven- cia y dejar aquellas que le son una amenaza (Maturana & Varela, 1994, p.45); como tal, las selecciones que realiza responden a este de- venir histórico, que es también contextual: el estado actual del medio sociocultural deter- minará fuertemente la apertura del sistema hacia ciertos estímulos y, por consiguiente, el cierre frente a los que no tengan cabida so- cial, vayan en contra de la propuesta que la disciplina entiende como orgánica o sean un riesgo para su supervivencia como arte. Mu- chos de estos elementos, que en un determi- nado momento histórico no tuvieron cabida en el sistema de la danza, y quizás en el futu- ro no sean vueltos a proponer, o revisitados, generarán ciertos “espacios” sobre los cuales la disciplina no puede hacerse cargo. Entonces, el desarrollo “filogenético” de un sistema será el resultado acumulado de las decisiones ba- sadas en el contexto, en virtud del acontecer del medio que lo rodea y de cómo estas deci- siones son consecuencia de mantener el sis- tema autopoiético sobreviviendo al devenir histórico, y a veces, no necesariamente como una elección consciente, consensuada, que busque progresar más que adaptarse. Observando la danza como una disciplina au- topoiética, se puede entender de cierta ma- nera el porqué algunos contenidos no están presentes, o bien, están presentes en otros contextos donde se ha desarrollado histórica y socialmente, pero aun así hay algunos ele- mentos que por su ausencia parecieran nun- ca estar involucrados siquiera en su estudio, como un mal que alejar antes de compren- derlo, como un rechazo aprendido y aprehen- dido por su dificultad para ser considerado como exacto. Aquí estoy hablando del ámbito puramente emocional, aquel que la técnica y la teoría han rechazado constantemente, des- de Descartes y su “pienso y luego existo” que separa mente de cuerpo, hasta las ciencias denominadas “exactas” que lo consideran un elemento alejado del razonamiento pura- mente investigativo y demostrable; y me pre- gunto, ¿cuánto valoramos la emocionalidad dentro de nuestra práctica dancística? Fuera de todo lo que quisiéramos decir, de lo que valoramos personalmente la experiencia propia, la emoción y cómo esta se involucra en nuestra práctica de la danza, no podemos hacernos los ciegos en cuanto al valor que ella 103

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