Virus y sociedad : hacer de la tragedia social, una oportunidad de cambios
95 Ensayos sobre la pandemia por COVID-19 cognitiva y haber disminuido el contacto con otros. La reducción o inactividad física puede tener implicaciones en trastornos del sueño, que puede afectar el estado emocional y anímico produciendo un aumento de la sintomatología depresiva. La falta de contacto con otras perso- nas y la consecuente soledad se ha mostrado que aumentan el riesgo de una alimentación inadecuada, sedentarismo, de enfermedad cardiovascular, e incluso de muerte 11 . Los efectos negativos del confinamiento se han agudizado en la vejez puesto que la mayor parte de sus relaciones sociales y de su vida cotidiana transcurre y se configura en la inte- racción cara a cara 11 , no solo en espacios de relación comunitaria sino que incluso al interior de las residencias (o ELEAM). El confinamiento, entonces, se ha traducido en una reducción significativa de este tipo de interacciones tanto con otras personas de su edad como también con personas de otras generaciones (relacio- nes intergeneracionales). Al ser la pandemia un evento que permea la vida cotidiana de todas las edades, las formas cotidianas de interconexión de las vidas de las personas mayores con otras vidas, se ven fuertemente alteradas e incluso suprimidas, generando la emergencia de nuevas formas de comunicación, de interdependencia. Las redes de relaciones compartidas, por ejemplo la fami- lia y el barrio, se reconfiguran, para pasar de ser relaciones recíprocas e interdependientes a ser relaciones unidireccionales y dependientes, en las cuales las personas mayores son converti- das social y simbólicamente en meros recepto- res de la ayuda necesaria para cubrir sus acti- vidades básicas de la vida diaria. Por ejemplo, esto se ve reflejado en la restricción de visitas a personas mayores solo para proveer insumos básicos o para atención médica. En consecuencia, las trayectorias de vida confi- guradas en distintas etapas se van articulando a partir de transiciones más o menos organiza- das y ritualizadas. Toda sociedad produce uno o varios modelos de trayectorias que estructuran la vida humana que transcurre en un contexto sociohistórico que puede verse estructural- mente transformado con hitos o situaciones de crisis como la pandemia. Las trayectorias de envejecimiento de las personas se moldean en la relación con determinadas instituciones sociales, como son, por ejemplo, familia, salud y trabajo. Y es, en dicha interacción, donde se van estructurando y acentuando ciertas desigual- dades sociales que se acumulan a través de la trayectoria vital. Vejez, curso de vida y desigualdades sociales El enfoque de curso de vida propone una mira- da de largo plazo, que permite observar la vida entera y la acumulación de ventajas y desven- tajas sociales, económicas y simbólicas que se producen a lo largo de esta 7 . Esto se traduce en desigualdades que se revelan más aguda- mente durante la vejez. En contextos de crisis y pandemias, las fisuras y vulnerabilidades socia- les empeoran y dejan al descubierto condicio- nes de vida y de muerte injustas para muchos grupos sociales, entre ellos las generaciones mayores. De acuerdo al PNUD 12 “las desigualdades sociales se definen como diferencias en dimen- siones de la vida social que implican ventajas para unos y desventajas para otros, que se representan como condiciones estructuran- tes de la propia vida, y que se perciben como injustas en sus orígenes o moralmente ofensi- vas en sus consecuencias, o ambas” (página 62). Desde esta perspectiva, ni la igualdad ni la
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