Virus y sociedad : hacer de la tragedia social, una oportunidad de cambios
81 Ensayos sobre la pandemia por COVID-19 como nave equipada y acondicionada, y que parece descender como ciertos pueblos, de las naves) y no la agresión externa de un ser malig- no e invisible. 1. La muerte no es tan dura como se pretende Antes del accidente las causas de muerte esta- ban en el conglomerado de las cosas duras. Constituían uno de los enclaves privilegia- dos para la aspiración de la salud pública por reconocerse como ciencia dura, según el lema Ciencia Dura==Datos Duros. Pero el accidente tecno-estadístico ha expre- sado el carácter profundamente blando de las muertes. Parte de esa blandura es la genera- ción de un espacio propio al virus no sólo en los códigos diagnósticos (U07.1 COVID-19, virus identificado y U07.2 COVID-19, virus no identi- ficado) sino en la asignación de causalidad de las defunciones. Entre los diagnósticos agru- pados en la letra T y la V, se ha generado este espacio privilegiado. La definición de la inclu- sión en la taxonomía respiratoria o infecciosa es una cuestión pendiente, a la que seguramente se agregará la disputa por la falla multistémi- ca o la tormenta inmune como causalidad. El algoritmo humano que venía sosteniendo 10 versiones de la Clasificación Internacional de Enfermedades, asignando una causa única a la defunción y permitiendo una coordinación global de las causas de muertes (y los AVISA etc., etc.) se ha vuelto frágil y hoy estamos otor- gando al COVID 19 el privilegio de ser causa de muerte por su sola presencia en una base de datos de vigilancia (EPIVIGILA). La combina- ción de dos bases de datos se ha transformado en mecanismo causal. La creación de un sistema de recuento de muertos paralelo en estos meses, ha ejercido el efecto de reblandecer los cimientos de la epide- miología. Seguramente el noble propósito de tal decisión fue acceder, para la acción, a datos más fiables y en tiempo real. Pero un paralelis- mo no cooperativo no podía sino profundizar la incertidumbre del proceso y empantanar las acciones. Cifras múltiples, cargadas de notas al pie, que requieren explicaciones latas, no cumplen con la condición de ser cifras, pare- cen volver como en un retroceso medievalista a significar cero. Hoy, en franco descenso de las cifras principa- les: mortalidad, nuevos casos, positividad de los exámenes, la pérdida de confianza en una fuen- te única de datos, limita la capacidad de acción de las autoridades. El efecto de la multiplicidad de fuentes ha significado que el soporte cuan- titativo de las decisiones se ha debilitado. Esta crisis ha expuesto la disociación total de las estadísticas de la dirección del sector. Cuando el ministro necesita un aparato propio de números, hemos dado un paso más en el maelström. El formato base de datos, con que ha traba- jado el Departamento de Estadísticas e Infor- mación de Salud (DEIS) fue un gran paso. Pero sólo para especialistas. Hace mucho que la dirección del sector no se hacía desde ese aparato. Epidemiología tiene sus propios regis- tros. Y los Resúmenes Estadísticos Mensuales (REM) –tablas de frecuencia en formato Office– mantuvieron formas de los años 60 (pre-infor- máticos), para producir una informatización de baja intensidad, que ha proliferado y evolucio- nado de manera mas bien estocástica, a partir de respuestas improvisadas a una multitud de episódicos requerimientos de data. Esta verdadera selva de cifras, refleja que las cifras de morbilidad y mortalidad hace rato que dejaron de ser las que perfilan la dirección del
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