Virus y sociedad : hacer de la tragedia social, una oportunidad de cambios

80 VIRUS Y SOCIEDAD: HACER DE LA TRAGEDIA SOCIAL, UNA OPORTUNIDAD DE CAMBIOS echado a pique” i . Este caballo echado a pique es nuestro presente transformado en catás- trofe por un accidente tecno-estadístico, que en su cara numérica más millonaria golpea al transporte de masas en aviones, como lo hizo nunca nada hasta la fecha. Los aeropuertos vacíos recuerdan las salmoneras abandonadas en el estuario de Reloncaví, ambos golpeados por una epizootia viral, vaciados de conteni- do, transformados en ruinas postindustriales propias de un film de Tarkovsky ii . Pero también golpea nuestras vacunas y nues- tros antibióticos, nuestros hospitales y nues- tras camas críticas. Las mismas estadísticas de salud han sido presas de una voracidad salvaje. Cifras que circulaban sólo por manos expertas son parte del desayuno de millones y revelan una fragilidad que llama a la misericor- dia. Como banderas fronterizas sacudidas por el viento, los números del presente también se han desflecado. Todo averiado, librado al curso gradual del accidente, a este lahar lento que va arrastrando árboles, casas, personas, y carbón en su vientre. Tan legítimo o ilegítimo como decir inmunidad de rebaño 2 es llamar a la pandemia acciden- te tecno-estadístico. Su carácter súbito, su comprensión retrospectiva, la moratoria que permite, nos revela que se trata de un momen- to de irrupción de una sobrecarga de realidad, una externalidad que no proviene de ningún i “coronado con lentos árboles y rocío, cuando levanta el verde hocico caen las gotas, la sombra de su cola moja el gran archipiélago y en su intestino crece el carbón venerado” ii Ni los secuestros a Cuba de los años 60 (los detectores de metales empezaron en 1973) ni las columnas de ceniza de varios volcanes ni los atentados de la Torres gemelas iii El traductor de Goffman no se atrevió a sustituirla por una palabra en español [3], de modo que aquí seguiremos su prudencia. Vivimos no sólo en medio de marcos, sino que propiamente vivimos en lugares equipados, acondicionados, que dan forma, orden y sentido a nuestra vida. Decir frame debería ayudar a que tengamos cierta extrañeza respecto del lugar, de las cosas y el orden en que vivimos. afuera y que erosiona peligrosamente las frame en que vivimos iii y en medio de las cuales organizamos y coordinamos nuestras vidas. El accidente empieza a percolar como un leakege súbitamente detectado, cuyo spillover de efec- tos demoraremos meses o años en comprender y conocer. Eventos tan peculiares se han gana- do el derecho a tener nombre propio. Decimos Exxon Valdez, Chernobyl o Coronavirus como si cada uno de ellos se tratara de un ser único, una fantasmal aparición de una figura persona- lizada, un golpe con estilo. Parte de ese choque implica que las estadísticas de salud ya no volverán a ser lo que fueron. Menos ingenuidad, menos alumbramientos a partir de coles 4 , más sociología de las ciencias y las técnicas, para la salud pública. Los accidentes son sociológicamente intensos, porque revelan cuestiones epistemológicas y de la vida colectiva (una sola y misma cuestión) asociadas al mundo de las técnicas, orilla con la cual suelen tropezar las stultifera navis 5 al momento del accidente. La alusión a Brant no es oficiosa, primero porque él es primero en embarcarse. De modo que debe considerarse que también nosotros nos reco- nocemos en cubierta. Segundo, porque nave y frame son muy parecidas. Una ojeada al texto de Brant debería ayudarnos a ver que corono- virus expresa una avería alarmante en nuestro proyecto moderno (que podemos pensarlo

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