Virus y sociedad : hacer de la tragedia social, una oportunidad de cambios

34 VIRUS Y SOCIEDAD: HACER DE LA TRAGEDIA SOCIAL, UNA OPORTUNIDAD DE CAMBIOS para la prevención de los contagios son preca- rios, todo en un marco donde las condiciones de seguridad social para enfrentar la epidemia y viabilizar las medidas de contención de los contagios han sido deficientes y tardías 22 . Los fracasos en el cuidado de la vida se ven atenua- dos solo por los esfuerzos territoriales por paliar el hambre y la pobreza, el esfuerzo de los equi- pos de salud por responder y responsabilizarse por el cuidado de la salud colectiva, y por los esfuerzos de autorganización de las comuni- dades, en ollas comunes y articulación de los cuidados, facilitando el acceso a la atención de salud de los con mayores dificultades y coordi- nando acciones con los actores locales 23 . Loa fracasos de los cuales somos parte, se produce en el contexto de un sistema de salud que ha sido fragmentado y segregado en sus procesos de atención, distinguiendo por ingre- so y clase social, y cuya capacidad de respuesta ante la epidemia se ha sostenido principalmen- te en la fortaleza histórica de su red pública que se ha movilizado en todos sus niveles, teniendo a la base sus aprendizajes y su propia memo- ria colectiva en materia de enfrentamiento de crisis y enfermedades infecto-contagiosas. La falta de información inicial y la absurda centra- lización de decisiones y procesos, que genera- ron ausencias, duplicidades y errores, tuvo por contrapartida la auto-organización, creatividad y capacidades de los trabajadores/as de salud, quienes se responsabilizaron por el cuidado de la vida de la ciudadanía y de los/as cuales han fallecido setenta y dos por COVID – 19 hasta la fecha 24 . El aumento de camas y de capacidad de hospi- talización de pacientes críticos se multiplicó por cuatro en el peor momento de la epidemia, los esfuerzos y los recursos gubernamentales se concentraron en la contención hospitala- ria, en las capacidades y equipamientos para el soporte vital crítico. Ante la ausencia de conducción, los equipos de APS tuvieron que construir su propia información, diseñar sus nuevas posibles formas de atención y autopro- tección, incluso hasta sus propios espacios de hospitalización, recordando que la APS no es sólo un nivel de atención, sino una estrategia sanitaria que se define más por la necesidad de salud que por la resolución burocrática. En poco tiempo la urgencia sanitaria disolvió el artilugio de las metas y repuso el valor de la reflexión, la creatividad y la puesta en común. Cuando el nivel central no pudo ya negar la necesidad de incorporar a los dispositivos sanitarios con la más amplia distribución en el territorio y diver- sidad de capacidades, se apostó por el discurso de la APS, pero aún las falencias de la estrate- gia de identificación, trazabilidad y aislamiento presentan graves problemas de efectividad, logrando durante el mes de septiembre notifi- car sólo a un 39% de los casos dentro de los 3 días desde el inicio de los síntomas 25 y aislar a un 42% de las personas que lo requieren en 24 horas 26 . Cuando la peste se encontró con la pobreza, la precariedad laboral, el hacinamiento y la marginalidad crónica de miles de chilenos/as, el escenario epidemiológico se transformó de una endemia baja de casos a ser de las colec- tividades con las mayores tasas de incidencia acumulada a nivel global y de Latinoamérica, con su estela de sufrimiento y muerte que hoy supera al cuádruple de fallecidos por neumo- nía en un año habitual. Es el miedo a la enfer- medad, a la muerte, la notoriedad pública y la visibilidad que alcanza, lo que diferencia a una epidemia –una peste– de un brote de cualquier otra enfermedad y los problemas que genera provienen no sólo de las consecuencias biomé- dicas de esta, sino que de la interpretación

RkJQdWJsaXNoZXIy Mzc3MTg=