Virus y sociedad : hacer de la tragedia social, una oportunidad de cambios
32 VIRUS Y SOCIEDAD: HACER DE LA TRAGEDIA SOCIAL, UNA OPORTUNIDAD DE CAMBIOS La salud pública, las medidas y los planes La pandemia ha repuesto a la salud pública en el escenario de las tareas urgentes. El derecho a la vida del colectivo –base del poder simbó- lico de los Estados modernos– se ha puesto en cuestión y la magnitud simbólica y material de este cuestionamiento, parece ameritar echar mano de las estrategias de gobierno del cuer- po social, que permitan inmovilizar, distanciar y acordonar 17 . Estas estrategias, que algunos/as llaman las intervenciones de salud pública ─ iden- tificar, aislar y cuarentenar─ provienen al menos del medioevo europeo 18 , pero se han actua- lizado con fuerza, haciendo parte de aquello que no se olvida y que emerge, para algunos, como la principal estrategia de contención del avance de la epidemia global. La actualización, por cierto, implica la incorporación de los desa- rrollos contemporáneos de la epidemiología de transmisibles, que monitorea, caracteriza y proyecta la epidemia, y el desarrollo tecnoló- gico que profundiza el control de la movilidad y las disidencias. En síntesis, lo sustantivo de las estrategias de control de la epidemia por COVID- 19, se reduce a evitar y mediar física- mente las interacciones cercanas, a identificar tempranamente los casos y aislarlos de forma efectiva, al menos dicho esto desde el discur- so de la salud pública que se identifica con el Estado y/o el gobierno de la población. La salud pública es un campo de saberes y prácticas constituido por múltiples actores y grupos heterogéneos, que rememoran y olvi- dan a través del tiempo a partir de otros/as. En esta crisis la salud pública reemerge como epidemiología y gestión autoritaria, aparece de la mano del saber cómo control de las enfer- medades, como higiene del ambiente y de las personas, como vector unidireccional de las decisiones respecto de la organización, las distancias y la interacción de la población. Se la requiere para contener la muerte y la enfer- medad del cuerpo social, pero en el marco y los límites que imponen los intereses del gobierno de turno y las formas de relación entre Estado, mercado y ciudadanía. Relación que excluye a la a la ciudadanía de las decisiones, precariza sus condiciones laborales, empobrece su vida material, fragmenta su identidad y mercantiliza los significados 19 . La falta de una democracia que vaya más allá de unas pocas instancias para votar, la exclu- sión de las mayorías de las decisiones guberna- mentales sustantivas, la negación de derechos y el predominio exuberante de los intereses de las clases dominantes en el aparato estatal, es parte de lo que caracteriza a nuestras socie- dades latinoamericanas 20 y en particular a la chilena. Así, la identificación de parte significa- tiva de los actores de la salud pública con el Estado, se confunde y entreteje con el gobier- no y a partir de aquello, con los intereses de esa clase 21 , evitando o desconociendo la vivencia de la epidemia de las otras clases, de los otros pueblos, de los otros mundos. Si reconstituimos someramente la estrategia pública del gobierno para enfrentar la epide- mia, recordaremos la promesa gubernamental de que todos los enfermos tendrían atención, los laboratorios para los test de PCR, los mili- tares y toques de queda, y la insistencia ─ corea- da por casi todos los medios de comunicación─ en la responsabilidad individual del cuidado. Los cierres de fronteras fueron laxos, no hubo hasta muy avanzada la primera ola de la epide- mia una estrategia medianamente organizada y articulada de trazabilidad y aislamiento de los contagiados y sus contactos. La APS debió autoorganizarce por un largo período, y los/as que volvieron de sus vacaciones principalmen-
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