Virus y sociedad : hacer de la tragedia social, una oportunidad de cambios

17 Ensayos sobre la pandemia por COVID-19 humanos y por la comunidad mundial (INDH, 2019; AMNESTY INT., 2019; AMERICAS WATCH, 2019). Muertes, mutilaciones oftalmológicas, tortura, allanamientos, represión violenta de las movilizaciones sociales, militares en las calles, etc., todo esto no es sino una puesta en escena de lo ya vivido, lo que está en la memoria histó- rica y en el recuerdo ciudadano respecto de lo que fue la dictadura militar. Efecto retraumati- zante para los que fueron protagonistas de esa etapa de la historia y, para esta juventud hoy movilizada; son experiencias inéditas de daño y afectación de su salud física y mental que, al igual que las de sus antecesores, tendrán efec- tos a corto y largo plazo; una nueva generación de luchadores sociales que vivirá los costos de la represión política reflejados en sus propios cuerpos, muchos de ellos en forma irreparable. Respecto de la generación anterior, como muy bien lo están documentando los profesiona- les que trabajan en PRAIS a lo largo del país, se registra una agudización en la severidad de los daños, muchos de los cuales ya estaban en proceso de recuperación, el regreso de patolo- gías psiquiátricas y padecimientos psicoemo- cionales como la depresión y el trastorno de estrés post traumático, el miedo, la angustia, la perplejidad, la desesperanza, la rabia y la indig- nación (Madariaga, 2019). Los efectos traumáti- cos de la represión política sobre la crisis social suman un nuevo componente de riesgo social, de afectación y sufrimiento generalizado en la ciudadanía, que la tornan más vulnerable aún para el enfrentamiento de la pandemia. Una subjetividad emergente: Por otra parte, esta misma crisis social da cuenta de un proce- so de germinación de una nueva subjetividad, un colectivo social que se asume sujeto políti- co, agente de transformación social, con voca- ción de poder y capacidad de convocatoria, con nuevas interesantes formas comunicacio- nales para instalar las reivindicaciones sociales clave del momento, que es capaz de conectar la aparentemente heterogénea cantidad de demandas con sus causas últimas y finales: el neoliberalismo (“No era depresión, era Capitalis- mo”). Este homo políticus que reabrió las espe- ranzas en un nuevo pacto social es al mismo tiempo un nuevo sujeto, sumatorio y síntesis de las multitudinarias experiencias acumula- das desde la revolución pingüina en adelante (universitarios, feministas, no más AFP, trabaja- dores, diversidad sexual y de género, etc.). Esta subjetividad nueva está en pleno desarrollo, inclusive en este período de excepcionalidad pandémica. Su ojo crítico y su estado de alerta frente al manejo vacilante y economicista de la crisis sanitaria anuncian el despliegue de capa- cidades para elaborar nuevas estrategias de acción y continuidad en la lucha por una nueva sociedad. La crisis social se ha agravado abso- lutamente con la pandemia y no únicamente debido a sus consecuencias biomédicas sino, principalmente, a causa de la profundización de la pobreza social, a la carencia de satisfacto- res mínimos para la supervivencia en los secto- res populares, al desigual acceso a la atención de salud y salud mental, a los elementos de protección personal, a los ingresos familiares y la protección del empleo, etc., lo que claramen- te derriba uno de los mitos más perversos: “el virus nos ataca a todos por igual”. Esta nueva subjetividad encontró su camino en la partici- pación social concertada, en la producción de miles de iniciativas de solidaridad y colabora- ción para enfrentar todos estos desafíos; hay en esta condición de actor social una estrategia de fortalecimiento de la salud mental por la vía de su protagonismo como sujeto del cambio social. Esta es una base muy valiosa para el desplie- gue de estrategias de recuperación de la afec- tividad y la emocionalidad de la ciudadanía,

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