Virus y sociedad : hacer de la tragedia social, una oportunidad de cambios
16 VIRUS Y SOCIEDAD: HACER DE LA TRAGEDIA SOCIAL, UNA OPORTUNIDAD DE CAMBIOS pública de salud mental, que se agudiza, por ejemplo, con la falta de pertinencia y relevan- cia para pueblos indígenas y migrantes, entre otros colectivos (Sepúlveda, Oyarce, 2020); productivismo asistencialista en el quehacer; procesos de institucionalización del sujeto enfermo en los nuevos espacios comunitarios de la red de salud mental; sobremedicación psiquiátrica; irrupción de nuevos trastornos mentales, muchos de las cuales responden a la medicalización de procesos naturales como el embarazo, la vejez, los duelos, etc. (Pérez, 2012). Todo ello redunda en un débil impacto del Plan Nacional sobre la carga de enfermedad mental y los procesos de sanación y recuperación de la salud mental de los ciudadanos. El Trauma Social y la herencia traumática de la dictadura militar: La sociedad chilena es sobreviviente de 17 años de terrorismo de Esta- do; el trauma social derivado de este período histórico ejerce un efecto sumatorio sobre la condición precaria de la salud mental de las y los ciudadanos. Múltiples investigaciones, tanto nacionales como extranjeras, han docu- mentado el devastador efecto que la tortura, la ejecución y desaparición de personas, el exilio y otras conductas afines tienen sobre la salud y, muy en particular, la salud mental de los afec- tados, daño que se ha proyectado con un efec- to radiactivo sobre la familia, la comunidad y la sociedad entera (CINTRAS, 2013; Madariaga, 2002; Castillo, 2013). El daño en primera gene- ración ha implicado procesos como la disminu- ción de la esperanza de vida, aceleración del envejecimiento, aumento de la prevalencia de cáncer, etc. (Jorquera, Madariaga, 2020). En segunda generación (los familiares nacidos a partir del fin de la dictadura) se suma la trasmi- sión transgeneracional de la carga traumática, que se expresa con manifestaciones psicoló- gicas y psiquiátricas muy heterogéneas, como las alteraciones conductuales, perturbación de los procesos de construcción de identidad de los adolescentes, conductas adictivas, deser- ción escolar, abandono de la familia, violencia intrafamiliar, depresiones, etc. (CINTRAS, 2013; CINTRAS, EATIP, GTNM, SERSOC, 2009). De modo que este proceso traumático, visto desde la dimensión psicosocial, participa directa- mente en la producción de formas alteradas o complejas de subjetividad individual y social. Este trauma social se nutre a diario de los efectos dañinos que tiene la persistencia de la impunidad para los crímenes de la dictadu- ra, con el peso de la falta de oportunidad para hacer verdad y justicia para los hechos (Brink- mann, 2000). Cada nuevo acontecimiento polí- tico o jurídico o ético que refiere al tratamiento impune de estos crímenes aporta un efecto retraumatizante para este sector vulnerable de la ciudadanía y los hace sobrellevar un estrés crónico, sufrimiento expresado en una condi- ción neuro/inmuno/endocrinológica que está en la base de las fallas de sus sistemas defensi- vos frente al riesgo de enfermar y morir (Elgue- ta, 2020; Bramsen, 2007). Por esta razón estas personas constituyen un grupo poblacional de alta vulnerabilidad frente al proceso pandémi- co en curso. Violaciones a los DDHH en la crisis social: La explosión social producida a partir de octubre pasado, instalando la consigna “Chile desper- tó” (de profundo significado no solo político sino también en tanto proceso de conciencia colectiva), inauguró una nueva etapa de la violencia política. Se trata de un período de cuatro meses marcado por la represión abier- ta, masiva y sistemática en contra de la ciuda- danía, especialmente las y los jóvenes de la primera línea, con efectos desastrosos, que significaron rechazo y denuncias por organis- mos nacionales e internacionales de derechos
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