Virus y sociedad : hacer de la tragedia social, una oportunidad de cambios
118 VIRUS Y SOCIEDAD: HACER DE LA TRAGEDIA SOCIAL, UNA OPORTUNIDAD DE CAMBIOS incrementarse el consumo de alimentos poco nutritivos, pero altamente energéticos, que el mercado dispone a bajo costo; además, de un contexto donde hay limitada actividad física debido al confinamiento. Lo anterior nos obliga a profundizar en el concepto de inseguridad alimentaria, más allá de la disponibilidad y acceso a alimentos, incorporando una reflexión en torno a la cali- dad nutricional de los mismos. La dimensión de inocuidad alimentaria ya no debe limitarse sólo a que los alimentos no transmitan infecciones o toxinas, sino también a la inocuidad nutricio- nal para evitar el alto contenido de azúcares, sodio y grasas saturadas, de aquellos alimen- tos llamados ultra procesados, cuyo consumo acarrea –a mediano y largo plazo– consecuen- cias negativas a la condición nutricional y de salud 41 . En este sentido, el hambre como signi- ficante de la inseguridad alimentaria, también produce obesidad. Enfrentando la crisis alimentaria Previo a la pandemia, FAO en su “Marco estra- tégico revisado y esquema del plan a plazo medio para 2018-2021” 42 , planteaba la necesi- dad de contribuir a la erradicación del hambre, la inseguridad alimentaria y la malnutrición, en base a cinco ejes: aumentar y mejorar el sumi- nistro de bienes y servicios procedentes de la agricultura, la actividad forestal, la pesca, de una manera sostenible; reducir la pobreza rural; potenciar sistemas agrícolas y alimentarios más inclusivos y eficientes; e incrementar la resilien- cia de los medios de vida antes las amenazas y crisis. Estos desafíos cobran más fuerza en el contexto actual, generando una oportunidad de remirar los sistemas económicos, políticos, sociales y también, los alimentarios. El abordaje del problema alimentario nutricio- nal emergente, producto de la pandemia por COVID-19, es complejo, multisectorial y de fondo. Posiblemente debe incluir medidas de muy corto plazo para evitar el hambre, y medi- das de más largo plazo, con una nueva mirada al sistema alimentario, para prepararnos mejor frente a la situación post pandemia y futuras crisis. En relación con esto han surgido diversas propuestas de intervención, que ponen el foco en los ambientes alimentarios y en la manten- ción de la cadena de suministro de alimentos. FAO y CEPAL, por ejemplo, han hecho una revi- sión de los sistemas alimentarios en América Latina y El Caribe indicando que hay al menos tres aspectos que potencialmente se podrían ver afectados: la oferta por interrupción parcial de las cadenas productivas y comerciales, la demanda por la baja de ingresos familiares, y el comercio internacional por interrupción parcial del transporte 43 . Recordemos que quienes trabajan en la cadena de producción y trans- porte en un sistema alimentario, están en riesgo también de contraer la enfermedad y, por ende, disminuir su capacidad de trabajo. Hasta ahora no se ha producido desabastecimiento, pero el aumento de la pobreza y la precarización está poniendo en grave riesgo el acceso de la pobla- ción a alimentos y, en especial, a alimentos de buena calidad. Por otra parte en el informe “Cómo evitar que la crisis del COVID-19 se transforme en una crisis alimentaria”, nuevamente FAO y CEPAL profun- dizan el tema y proponen a los países diez medidas de intervención que incluyen: refor- zar el ingreso familiar, reforzar los programas de alimentación estatal, asistencia alimentaria, subsidios productivos, protocolos sanitarios para los trabajadores de la cadena alimenta- ria, apoyo a la producción para autoconsumo, asegurar insumos a pequeños productores, coordinación público-privada, impedir el cierre
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