Virus y sociedad : hacer de la tragedia social, una oportunidad de cambios
117 Ensayos sobre la pandemia por COVID-19 que al haber trabajadores contagiados por COVID-19, las cosechas se podrían ver dismi- nuidas, por ende, mayor probabilidad de que estos alimentos lleguen al ambiente alimentario de abastecimiento 34 . Por otro lado, la decisión de qué cultivar a continuación, se podría ver marcada en gran medida por la demanda de la población, lo que podría cambiar rotundamen- te la disponibilidad alimentaria 34 . Finalmente, para Wise, la pandemia actual solo vino a expo- ner la “debilidad y vulnerabilidad de un sistema alimentario que ya era frágil” (p. 1) 36 . Consecuencias en la (in)seguridad alimentaria Junto a la modificación de los ambientes alimentarios, producto del confinamiento en el contexto de la pandemia, uno de los impactos inmediatos ha sido la precarización económica de la población, que, si bien afectará a gran parte de ella, probablemente será peor sobre el 13,6% que en 2017 afirmaba experimentar inse- guridad alimentaria moderada o severa3. Una respuesta del Estado a este escenario social fue la entrega de un subsidio denomina- do Ingreso Familiar de Emergencia (IFE). Éste es una subvención pública entregada a “fami- lias que reciben ingresos informales, y que han visto disminuidos estos recursos debido a que no pueden trabajar a causa de la emergencia producida por el virus Covid-19” 37 . Original- mente se planteó que se este ingreso se entre- garía al 60% de la población más pobre, duran- te los meses de junio-agosto, en tres pagos de 65.000, 55.000 y 45.000 pesos per cápita. Durante junio hubo una modificación legislati- va, aumentando su cobertura al 80% más pobre y fijando el monto en 100.000 pesos per cápi- ta (con un tope de 4 integrantes por hogar y descontándose los ingresos formales). Complementariamente, se comprometió la entrega de 2,5 millones de canastas de merca- dería, las cuales contenían cereales (harina, tallarines, arroz), legumbres (poroto, lenteja, garbanzo), tun, jurel, azúcar, aceite, leche y té, entre otras cosas. Estas cajas han sido de más lenta entrega que la esperada y se ha generado polémica respecto a su contenido y criterio de entrega 38 . Aunque necesarias, estas medidas han sido evidentemente insuficientes para garantizar la seguridad alimentaria de la población y la respuesta social organizada no se ha hecho esperar, reapareciendo las ollas comunes y los comedores comunitarios. Estas iniciativas son articuladas por organizaciones comuni- tarias, o incluso los mismos vecinos y vecinas de un territorio, y por lo general se sostienen en base a donaciones 39 . La pandemia abre el espacio para que elementos de nuestra cultura alimentaria que parecían desaparecidas, reluz- can para cubrir necesidades y abastecer a sus miembros frente a la adversidad y el abandono. Esta resiliencia comunitaria se levanta, se orga- niza, y autosatisface a la población vulnerada. La carencia de ingresos para acceder a alimen- tos saludables significará un aumento de la inseguridad alimentaria. Como ha afirmado Eve Crowley, representante de FAO en Chile “hasta un millón de personas podrán verse privados de alimentos nutritivos por varios días” 40 , es decir, casi el doble de las 600.000 personas que en 2017 afirmaban experimentar inseguridad alimentaria severa. Sin embargo, en el actual escenario de nuestro sistema alimentario, este aumento de la inseguridad no traerá necesa- riamente aparejado un enflaquecimiento de la población. Por el contrario, incluso es posible que aumenten los indicadores de malnutri- ción por exceso (sobrepeso y obesidad), al
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