Virus y sociedad : hacer de la tragedia social, una oportunidad de cambios

105 Ensayos sobre la pandemia por COVID-19 esto es, con diferentes tipos de población). Las metas de la fase III son dos. Por una parte evaluar la eficacia de la vacuna, es decir, el porcentaje de reducción de los casos nuevos –de la enfermedad o de la infección– en la población vacunada. Por otra, asegurar su seguridad en un grupo grande de personas, ya que efectos secundarios poco usuales podrían no ser evidentes en grupos más pequeños. Esta fase es larga (un año o más) puesto que debe contrastarse lo observado entre personas vacunadas y no vacunadas (población control) y tener un tiempo suficiente para que ambos grupos hayan tenido oportunidad de contacto con el agente infeccioso natural. Las fases clínicas de prueba para vacunas y medicamentos son desarrolladas actualmen- te por grandes corporaciones farmacéuticas que compiten entre sí y que son reguladas por dos agencias: la Administración de Alimentos y Medicamentos de Estados Unidos (FDA) y la Agencia Europea de Medicamentos (EMA). Hace ya mucho tiempo se ha denunciado que la especulación de estas empresas encarece y disminuye el acceso a vacunas especialmente en las poblaciones pobres y en los países del tercer mundo 6 . Inmunidad de grupo Este concepto corresponde a la protección que tiene ante una infección una determinada población, debido a la presencia de un elevado porcentaje de personas inmunes en la misma, lo que a lo largo del tiempo produce que el virus desaparezca de la comunidad o disminuya su presencia, por lo tanto la probabilidad de que un sujeto infectado se encuentre con un sujeto susceptible es prácticamente nula. El porcen- taje de la población que debe estar protegida para que la inmunidad de grupo sea efectiva fluctúa entre un 60% a un 80 %. En términos generales cuando nos referimos a inmunidad de grupo en poblaciones humanas, nos refe- rimos a un fenómeno que se produce en una población vacunada. Cuando inoculamos una vacuna en una pobla- ción susceptible, esta no produce una protec- ción homogénea en las personas. Siempre existirá un porcentaje de individuos, que por condiciones biológicas propias o por condicio- nes de la vacuna misma, no queda protegido. Esa aparente debilidad es superada porque la inmunidad que se desarrolla en las personas en las cuales la vacuna sí funciona, impide la multiplicación del virus y por lo tanto bloquea la diseminación viral en la población. La diferencia más importante entre la inmuni- dad de grupo en presencia de una vacuna y la inmunidad de grupo en ausencia de ella es que en esta última situación, un porcentaje muy grande de la población debe contagiarse y obviamente muchos individuos enfermarán gravemente y/o morirán. En este sentido, en la situación sin vacuna se “privilegia” a la pobla- ción con más condiciones biológicas, socia- les, culturales y económicas para enfrentar la infección y desplaza la mayor letalidad hacia poblaciones que, ya sea por su falta de recursos o por otras condiciones, están más expuestas a enfermar y a morir. Dejar a una sociedad librada solo a la capaci- dad que tenga de generar inmunidad efectiva ante un virus desconocido es claramente una visión aberrante en lo ético, en lo científico y en lo médico. Es retroceder históricamente hasta antes de que se implementaran las cuarente- nas en el siglo XIV, antes de que el progreso médico aprendiera cuál es nuestra relación con los patógenos. Es lanzar a la población a una especie de darwinismo social. Utilizar la inmu-

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